miércoles, 13 de noviembre de 2013

Fotografía Contemporánea en la Fundación Teléfonica. Kumar K.López

Fotografía Contemporánea en la Fundación Telefónica

24 de Octubre de 2013 / 2 de Marzo de 2014

La Colección de Fotografía Contemporánea de la Fundación Telefónica tiene como origen el deseo de recopilar obra procedente de galerías de prestigio en el ámbito nacional e internacional. A tal efecto, se crea en 2002 una comisión de asesores bajo la dirección, todavía hoy, de María de Corral, que será la encargada de la ponderación y adquisición de las distintas piezas. Esta Colección está formada actualmente por un total de 101 fotografías de varios períodos y nacionalidades en el que imperan obras de artistas de renombre. A pesar de haber sido ya expuesta en la propia Fundación en 2005 y en varios museos españoles, en esta nueva exposición, sus comisarios, Ramón Esparza y la propia María de Corral, pretenden una relectura de la misma desde dos corrientes muy concretas: la Nueva Objetividad de la Escuela de Düsseldorf y el Posmodernismo Americano, configurando un arco cronológico que abarca desde los años 70 hasta comienzos de la primera década del s.XXI.

Estas dos tendencias antagónicas tratan de contraponerse en la exposición mediante una clara división en dos alas, los dos pasillos laterales. El Posmodernismo Americano ocupa el deseo de repensar la relación de la fotografía con lo real creando tensiones con lo imaginado y lo artificioso, personificándose en la obra de Jeff Wall, Cindy Sherman o Marina Abramovic. Todo esto configura un gran cajón de-sastre en el que las propuestas que caben dentro de él son numerosas y muy diversas.

Overpass, obra de Jeff Wall, una caja de luz de gran formato, que muestra cuatro personajes en tránsito, preside el inicio de la exposición, acorde a la influencia del artista. Pero del mismo modo, eclipsa la visión de las piezas circundantes precisamente debido a su retroiluminación tanto, que la obra Hong Kong Port de Gursky, que debe contraponerse a Wall según el discurso, permanece en una semipenumbra absurda que hace que su contemplación resulte molesta.

Se muestran en torno a esta primera horquilla diversas maneras de entender ese Posmodernismo. Richard Price ilustra en Cowboys & Friends una serie de varias fotografías en las que se aprecian las poses publicitarias y calculadas de estos vaqueros y sus amigas. Cindy Sherman, tipifica poses de Hollywood en dos autorretratos presentes de principios de los años 80, cosificando a la mujer en tanto que objeto de deseo. Abramovic escenifica su particular Pietà y Bäckstrom construye sets para la elaboración de sus fotografías, mientras que la Anni de Salla Tÿkka, se muestra triste en una larga serie de fotografías. Como se puede apreciar, la relación entre las obras citadas es trabajosa en lo tocante a la temática, puesto que la incidencia de la ficción en la fotografía y la negación de su veracidad es per se confusa en una imagen congelada. La variedad de discursos presentes me lleva a un entendimiento sólo parcial, individualizado, nunca capturando la deseada línea común.

Tras esta elaborada relación de obras bajo el paraguas forzoso de una misma tendencia, acontece en la visita algo ciertamente desconcertante: la obra de Allan Sekula se presenta como una más al final del recorrido de este ala. Sekula, documentalista crítico, expone Conclusion of search for the disabled and drifting sailboat Happy Ending donde muestra su elaborado proceso en la serie Fisch Stoy, a la que pertenece esta pieza y que expone la necesidad de una nueva mirada al mar no como naturaleza sino como foco de relaciones de producción. La ausencia de artificio en su obra me hace sentir cierto malestar por lo que se asemeja una simple inclusión de estrellas de la fotografía de estos años al amparo del repetido y problemático término de la posmodernidad, por un lado, y americana (más bien poco), por otro.

El núcleo central no añade ningún orden con la descripción del paso del tiempo de Alÿs en el Zócalo, la plaza central de México D.F en Time-Lapse que, a pesar de congraciarse en cierta medida con el clima de denuncia documental de Sekula, se expone junto a Performance Still de Mona Hatoum preocupada acerca de lo privado y lo público con respecto al cuerpo y no parece ajustarse, una vez más, a ningún discurso continuado.
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 ¿Cuál es el límite entre la pose calculada y la performatividad? La propia corporeidad de Hatoum, Sherman o Abramovic en sus autorretratos establece un método de distinción y por tanto de conexión. Los nombres ni tan siquiera desentonarían al colocarlas juntas, lo que hubiera supuesto una opción agradecida y una especificación, a mi juicio, necesaria.

Afortunadamente la Nueva Objetividad alemana es una tendencia clara, no hay posibilidad de error. Están presentes todos sus adalides: Struth, Gursky o Candida Höfer. ¿Para qué más? Arquitecturas solitarias, fotos elaboradas y calculadas, revalorizando la sombra y esa complicada y fría relación que tenemos con el espacio en los interiores de Struth o en la descripción luminosa de la Neue Nationalgalerie, obra de Mies van der Rohe, de Höfer. Incluso puede contemplarse un célebre retrato de Thomas Ruff, reflejo de la clase media de Düsseldorf. Se trata de un bloque incontestable y pétreo, que se aísla de todo lo comentado anteriormente.

La dicotomía que han señalado los comisarios existe, pero no como discurso comparativo, sino como consuelo. La digestión de las obras de la escuela de Düsseldorf es plácida tanto si se acomete la exposición desde su zona, como si se deviene desde el lado opuesto en donde el posmodernismo americano presente en la exposición se estructura en torno a la amalgama citada de imágenes fragmentadas que trata cuerpos, paisajes, retratos y documentalismo con el mismo rasero.

Decía Roland Barthes, célebre filósofo  y ensayista francés, en La cámara lúcida: nota sobre la fotografía que esta es un mensaje sin código, sin embargo lo que quizá se ignoraba es la posibilidad de que este código fuera necesario a la hora de contemplar una exposición de fotografía contemporánea. Si la fotografía, según este autor, se divide en studium, relativo a la cultura y el gusto y punctum, referente a una emoción más sincera y que llega a copar el significado total de la obra. La nueva mirada  de la Colección de Fotografía Contemporánea de la Fundación Telefónica carece de este punctum y apela únicamente al sentido cultural a niveles de superficie.

Esta atracción en tanto que gusto y opinión con respecto a las imágenes parece un poso insuficiente en la elaboración de un discurso que debía haberse visto más compartimentado, posibilitando una comparación visual sincera entre las distintas propuestas. La línea argumental se aproxima peligrosamente a los límites de la banalidad que tanto impera en nuestro devenir cotidiano con respecto a las imágenes: un bombardeo continuado en el que se requiere una rápida criba de la que  solo se salvarán las obras cuya cartela posea un cierto valor. La dinamización de las colecciones, tan de moda en tiempos de crisis, parece abogar, de un modo desesperanzador, por este tipo de visión rápida y simplemente sugestiva, ni de lejos reflexiva.




Kumar K.López

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