Mínima
resistencia es el cuarto capítulo de la colección
permanente del museo Reina Sofía, tras las salas aunadas bajo el epígrafe De
la Revuelta a la Posmodernidad (1962-1982). También es una exposición
temporal que inaugura la primera de las visiones del museo sobre las décadas de
los ochenta y noventa, creada con sus propios fondos, entre depósitos y nuevas
adquisiciones. Una visión fragmentaria, que se rompe en tres de los haces que
pudieron vertebrar esta veintena de años en términos artísticos: la Modernidad
como pasado, la teatralidad como principio y la importancia del documento. Así
pues, tomando el título de la primera película del dúo suizo Fischli &
Weiss, esta muestra trata de crear un panorama de prácticas artísticas nacidas
desde una actitud de resistencia contra un mundo que se globaliza a una
velocidad demencial.
Debido a la temática de la exposición el espectador habrá de tener muy en cuenta al aproximarse a las obras expuestas las circunstancias sociopolíticas del período. Recordemos que uno de los posibles comienzos de los años ochenta es el trágico asesinato de John Lennon, que bien podría tomarse como símbolo del fin de un período. Como si su muerte se llevase la primavera eterna de las décadas anteriores, esta estará marcada por una ola de políticas ultraconservadoras encabezadas por los gobiernos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, quienes ya sin medias tintas proclamaron el eterno reinado del liberalismo económico. Asimismo ambos fueron los más fervientes opositores a la URSS, con quien Estados Unidos mantuvo el largo pulso por implantar su modelo de gobierno a escala mundial, la Guerra Fría. Y a este clima de terror callado y polaridad esquizoide se suman desastres como el de Chernóbil o la aparición del SIDA, que junto con la explosión tecnológica hacen que la contemporaneidad se geste en un tiempo demasiado rápido como para asumir lo real. Sobre este cultivo, Mínima resistencia nos ofrece obras que transitan entre el activismo y el manifiesto, la recuperación del mito del artista o la experimentación con el cuerpo y su memoria, destacando numerosos autores internacionales como Alan Sekula, Marc Partaut o Philippe Thomas y su marca Les ready made appartiennent à tout le monde.
De esta forma, la exposición se articula en dieciséis salas donde conviven obras extranjeras y un gran número de españolas, estas últimas creadas en una época en la que la transición se abre camino a pesar de no haber enterrado a sus muertos. Como testigo de ello se incluyen con acierto documentos de la llegada del Guernica, con aquellas medidas de seguridad militares que evidencian que el cuadro seguía exiliado. También encontramos revistas y escritos que hablan de cómo, dentro del ámbito artístico, se intenta salir de la sordera franquista mediante la creación de Arco o del museo Reina Sofía. Y siguiendo con documentos sobre la herida sin suturar de la transición, encontramos el maravilloso documental El desencanto, que a través de la familia Panero realiza una incisiva radiografía de la brecha española.
La segunda década tratada en Mínima resistencia está marcada mundialmente por la caída del muro de Berlín y al tiempo de la URSS, sucesos que consolidan la hegemonía de Estados Unidos y el asentamiento de un mundo globalizado. Estas circunstancias afectan a España como país todavía periférico, que sin embargo vive en estos años un fervor generalizado gracias a la Exposición universal de Sevilla y las Olimpiadas de Barcelona, provocando a su vez la llamada crítica institucional. Estamos ante el último coletazo del entusiasmo, representado en la exposición a través de obras como las de Pepe Espaliú (y su conocida obra Carrying sobre el estigma del SIDA), Ignasi Aballí o Dora García. También los años noventa remiten en España a la consolidación de la escultura, ampliamente representada en la sala “Teatralidad, nueva escultura vasca”, con piezas de Cristina Iglesias, Juan Muñoz, Txomin Badiola o Juan Luis Moraza.
Así pues, Manuel Borja-Villel, Rosario Peiró y Beatriz Herráez, comisarios de la muestra, proponen con esta exposición una de las muchas relecturas que pueden hacerse de la época, advirtiendo desde el comienzo que esta tiene carácter de ensayo y es fragmentaria por definición. Tomando esto como cierto, celebramos la importancia que se le ha dado al medio fotográfico, y muy especialmente la inclusión de prácticas feministas y de género. Frente al escaso protagonismo de este tipo de obras en la colección permanente, aquí podremos ver piezas capitales tanto a nivel nacional como internacional, como los carteles de las Guerrilla Girls, el documental Les Goddesses de Moyra Davey, las fotografías de Jo Spence o Cindy Sherman y en el ámbito nacional las piezas de Cabello/Carceller, Itziar Okarriz o Eulàlia Valldosera.
Y ya que hemos mencionado varias piezas de videoarte, hemos de advertir al espectador de que si es su deseo visitar la exposición completa, habrá de empeñar más de ocho horas de su tiempo, que es la duración total de todas las obras de vídeo. He aquí el problema de musealizar este tipo de formatos; algunas de las piezas expuestas, como Numax presenta, Les Goddesses o El desencanto duran más de una hora cada una, siendo prácticamente imposible que se visionen completas durante el recorrido de la exposición. Por tanto hemos de dar por sentado que se proyectan como apuntes para un visionado futuro o con la esperanza de que el espectador visite varias veces la exposición.
Por último, a pesar de que Mínima resistencia se presenta como una visión manifiestamente fragmentaria, salimos de la muestra con una sensación de habernos perdido demasiadas obras, sucesos, relatos; a modo de ejemplo podemos mencionar la omisión de la Nueva figuración madrileña o, dentro del ámbito internacional, la explosión del Street art. Pero entendemos también que estos silencios son más bien producto de la coyuntura de crisis económica en la que nos hallamos y esperamos nuevas lecturas en tiempos mejores.
Mínima resistencia: Entre el tardomodernismo y la globalización: prácticas artísticas en las décadas de los 80 y 90.
MNCARS 6 octubre, 2013 - 5 enero, 2014
Arantxa Romero