miércoles, 30 de octubre de 2013

Resistir la crisis

Mínima resistencia es el cuarto capítulo de la colección permanente del museo Reina Sofía, tras las salas aunadas bajo el epígrafe De la Revuelta a la Posmodernidad (1962-1982). También es una exposición temporal que inaugura la primera de las visiones del museo sobre las décadas de los ochenta y noventa, creada con sus propios fondos, entre depósitos y nuevas adquisiciones. Una visión fragmentaria, que se rompe en tres de los haces que pudieron vertebrar esta veintena de años en términos artísticos: la Modernidad como pasado, la teatralidad como principio y la importancia del documento. Así pues, tomando el título de la primera película del dúo suizo Fischli & Weiss, esta muestra trata de crear un panorama de prácticas artísticas nacidas desde una actitud de resistencia contra un mundo que se globaliza a una velocidad demencial.

Debido a la temática de la exposición el espectador habrá de tener muy en cuenta al aproximarse a las obras expuestas las circunstancias sociopolíticas del período. Recordemos que uno de los posibles comienzos de los años ochenta es el trágico asesinato de John Lennon, que bien podría tomarse como símbolo del fin de un período. Como si su muerte se llevase la primavera eterna de las décadas anteriores, esta estará marcada por una ola de políticas ultraconservadoras encabezadas por los gobiernos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, quienes ya sin medias tintas proclamaron el eterno reinado del liberalismo económico. Asimismo ambos fueron los más fervientes opositores a la URSS, con quien Estados Unidos mantuvo el largo pulso por implantar su modelo de gobierno a escala mundial, la Guerra Fría. Y a este clima de terror callado y polaridad esquizoide se suman desastres como el de Chernóbil o la aparición del SIDA, que junto con la explosión tecnológica hacen que la contemporaneidad se geste en un tiempo demasiado rápido como para asumir lo real.  Sobre este cultivo, Mínima resistencia nos ofrece obras que transitan entre el activismo y el manifiesto, la recuperación del mito del artista o la experimentación con el cuerpo y su memoria, destacando numerosos autores internacionales como Alan Sekula, Marc Partaut o Philippe Thomas y su marca Les ready made appartiennent à tout le monde.

De esta forma, la exposición se articula en dieciséis salas donde conviven obras extranjeras y un gran número de españolas, estas últimas creadas en una época en la que la transición se abre camino a pesar de no haber enterrado a sus muertos. Como testigo de ello se incluyen con acierto documentos de la llegada del Guernica, con aquellas medidas de seguridad militares que evidencian que el cuadro seguía exiliado. También encontramos revistas y escritos que hablan de cómo, dentro del ámbito artístico, se intenta salir de la sordera franquista mediante la creación de Arco o del museo Reina Sofía. Y siguiendo con documentos sobre la herida sin suturar de la transición, encontramos el maravilloso documental El desencanto, que a través de la familia Panero realiza una incisiva radiografía de la brecha española.

La segunda década tratada en Mínima resistencia está marcada mundialmente por la caída del muro de Berlín y al tiempo de la URSS,  sucesos que consolidan la hegemonía de Estados Unidos y el asentamiento de un mundo globalizado. Estas circunstancias afectan a España como país todavía periférico, que sin embargo vive en estos años un fervor generalizado gracias a la Exposición universal de Sevilla y las Olimpiadas de Barcelona, provocando a su vez la llamada crítica institucional. Estamos ante el último coletazo del entusiasmo, representado en la exposición a través de obras como las de Pepe Espaliú (y su conocida obra Carrying sobre el estigma del SIDA), Ignasi Aballí o Dora García. También los años noventa remiten en España a la consolidación de la escultura, ampliamente representada en la sala “Teatralidad, nueva escultura vasca”, con piezas de Cristina Iglesias, Juan Muñoz, Txomin Badiola o Juan Luis Moraza.

Así pues, Manuel Borja-Villel, Rosario Peiró y Beatriz Herráez, comisarios de la muestra, proponen con esta exposición una de las muchas relecturas que pueden hacerse de la época, advirtiendo desde el comienzo que esta tiene carácter de ensayo y es fragmentaria por definición. Tomando esto como cierto, celebramos la importancia que se le ha dado al medio fotográfico, y muy especialmente la inclusión de prácticas feministas y de género. Frente al escaso protagonismo de este tipo de obras en la colección permanente, aquí podremos ver piezas capitales tanto a nivel nacional como internacional, como los carteles de las Guerrilla Girls, el documental Les Goddesses de Moyra Davey, las fotografías de Jo Spence o Cindy Sherman y en el ámbito nacional las piezas de Cabello/Carceller, Itziar Okarriz o Eulàlia Valldosera.

Y ya que hemos mencionado varias piezas de videoarte, hemos de advertir al espectador de que si es su deseo visitar la exposición completa, habrá de empeñar más de ocho horas de su tiempo, que es la duración total de todas las obras de vídeo. He aquí el problema de musealizar este tipo de formatos; algunas de las piezas expuestas, como Numax presenta, Les Goddesses o El desencanto duran más de una hora cada una, siendo prácticamente imposible que se visionen completas durante el recorrido de la exposición. Por tanto hemos de dar por sentado que se proyectan como apuntes para un visionado futuro o con la esperanza de que el espectador visite varias veces la exposición.

Por último, a pesar de que Mínima resistencia se presenta como una visión manifiestamente fragmentaria, salimos de la muestra con una sensación de habernos perdido demasiadas obras, sucesos, relatos; a modo de ejemplo podemos mencionar la omisión de la Nueva figuración madrileña o, dentro del ámbito internacional, la explosión del Street art. Pero entendemos también que estos silencios son más bien producto de la coyuntura de crisis económica en la que nos hallamos y esperamos nuevas lecturas en tiempos mejores.


Mínima resistencia: Entre el tardomodernismo y la globalización: prácticas artísticas en las décadas de los 80 y 90.
MNCARS 6 octubre, 2013 - 5 enero, 2014

Arantxa Romero


                                                                   Mínima resistencia

Entre el tardomodernismo y la globalización: prácticas artísticas durante las décadas de los 80 y 90.

                                           Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía

                                                                 Rocío Jiménez Solana

  El museo presenta una selección de obras a partir de la reordenación de los fondos de su colección nunca expuestas hasta el momento, así como nuevas adquisiciones y material donado por asociaciones como Guerrilla Girls y Radical Gai. Se presenta como un repaso de las dos décadas a través de fotografías, pinturas de gran formato, carteles, videos, esculturas y performances de unos ochenta artistas y colectivos de la escena internacional y nacional (con especial atención a la propuesta del madrileño Miguel Ángel Campano, considerado uno de los autores clave en la renovación de la pintura española, así como la conmemoración del trabajo de Pepe Espaliú a través del visionado de sus Carrying, performances callejeras en solidaridad con los portadores del VIH; y donaciones de obras de colectivos críticos como Estrujenbank, que se presentan por vez primera). Se trata de una visión enmarcada en el proyecto los usos del arte de la red de museos europeos L’internationale.

  Las obras expuestas son una muestra del cambio de percepción del mundo como consecuencia de las grandes transformaciones sociales y políticas acontecidas durante las dos décadas. Se reflejan problemas ligados a la naciente globalización, la economía neoliberal, el fin del comunismo y el dualismo político mundial; las primeras guerras étnicas y la emergencia de la cuestión islámica; la manifestación de inquietudes relativas a una complicada existencia caracterizada por la presencia masiva del SIDA y en el que un numeroso grupo de mujeres artistas enarbola la bandera de la crítica social. En definitiva, discursos que giran en torno a la memoria y el cuerpo como muestran también autores latinoamericanos y la toma de postura bajo sus respectivas dictaduras.

  Es un arte mezclado con la vida y la política, un intento por desvelar y desactivar los “micropoderes”, estrategias y mecanismos de representación dominante en una vida fundamentalmente mediática. Es la búsqueda por parte de los artistas de espacios de mínima resistencia en un nuevo mapa geopolítico, tal y como hace la pareja de artistas suizos Fischli & Weiss en su desdoblamiento en ratón y oso a través de un film cargado de humor, ironía y cinismo, y que da título a la exposición . La existencia de nuevos medios, que trae aparejado nuevos conceptos y comportamientos, se traduce en nuevas producciones artísticas en las que se da una especial relación entre la visualidad y la textualidad, desarrollando estrategias mediáticas y publicitarias, acciones y situaciones que acompañan a las propuestas.

  Son obras en las que prima la comunicación pues uno de los objetivos principales consiste en plantear un arte activo capaz de dar a luz a una política diferente a la del Estado, creada no para servir u obedecer, sino para recordar y contribuir. Un reconocimiento de subjetividades nuevas y hasta ahora ignoradas en las que se perfila la muerte del sujeto moderno que se pretendía universal, y lejos de prácticas divisorias mediante las cuales el individuo queda separado de los Otros, por ejemplo la dualidad enfermo-sano y hombre-mujer (las dos fotografías expuestas de Cindy Sherman, quien intenta engañar a la mirada masculina, la mirada del poder, son un ilustrativo ejemplo de la idea de que las imágenes que nos rodean son imágenes que construyen nuestras identidades, que la identidad es construida socialmente y que, por tanto, los roles que nos marcan y diferencian son ficticios). Encontramos representaciones de lo excluido en un camino para el descubrimiento de las singularidades. Un ejemplo de ello son las obras de Pedro Lemebel y Diamela Eltit en sus exhibiciones del cuerpo del enfermo, de lo marginado, de los Otros.

  Los artistas, a través de propuestas centradas en el entorno, creando ambientes o instalaciones, investigan nuevas relaciones entre el observador y un objeto que no es una superficie rectangular colgada de una pared. Se trata de propuestas artísticas en las que se le pide al espectador una transformación, pues ver ya no es un simple estado pasivo antes las cosas, sino colaborar. Un arte no para educar al público, sino para comunicarse y reflexionar a través de él.

  La nuestra debe ser una mirada cargada de teoría y obligada a realizar un ejercicio crítico, es decir, ver la obra plástica como una contribución más para el esclarecimiento de problemas mundanos, como las propuestas ligadas con las políticas de género e identidad, diferencia sexual y performatividad. Problemáticas a las que se dedican varias salas de la exposición que muestran las creativas estrategias y tácticas de combate como las llevadas a cabo por Guerrilla Girls, Radical Gai y Colectivo LSD. O el debate entre la identidad y la diferencia sexual en Remodelando la historia de Jo Spense, una obra en la que se reflexiona entre ideología, cuerpo y lenguaje. Sin salirnos de estas líneas críticas, también encontramos obras que provocan incluso escalofrío por lo desagradable de la visión en una especie de atracción-repulsión como la de la artista Itziar Okariz en The art of falling Apart. Y la audiencia no puede acercarse a estas propuestas por la mera información o entretenimiento, no puede uno dejarse llevar sin más. Como señaló el sociólogo francés Pierre Bourdieu “ La mirada del aficionado del arte del siglo XX, no es un don de la naturaleza, es el producto de una larga historia colectiva”.  Advierto pues al lector y potencial visitante que se requiere tiempo y un mínimo bagaje no sólo artístico sino también cultural si no queremos que las obras de estos artistas hayan sido en vano. Y que realice un esfuerzo extra de comprensión porque en ocasiones las obras resultan disonantes en el entorno institucional en el que se encuentran, agravado por un espacio frío e impersonal.

  Y, por último, desearle suerte para el día de su visita: que no haya problemas técnicos que impidan exponer las obras y que, con las que se tope, estén seguramente ancladas a la pared, sobre todo si se trata de láminas de gran envergadura.

Polis y cacos


Mínima Resistencia. Entre el tardomodernismo y la globalización: prácticas artísticas en las décadas de los 80 y 90
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
C/ Santa Isabel, 52
15.10.13 – 06.01.14


A raíz de la actual crisis que nos gobierna, la deslegitimación y manifiesta ineficacia de las estructuras políticas y modelos dominantes en la administración de la cultura y el arte, ¿cómo narrar, desde una clara actitud crítica, la singularidad histórica de nuestra reciente contemporaneidad artística?

Bajo el título Mínima Resistencia. Entre el tardomodernismo y la globalización: prácticas artísticas en las décadas de los 80 y 90, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía mueve pieza y nos pone en jaque, en estado de alerta. Te puede gustar, o no. Puedes estar de acuerdo, o no. Pues lo atrevido de la estrategia radica en cómo nos lo han contado desde la propia institución. La oposición, el rechazo, la resistencia, la rebeldía... Una personal tesis de autor de los comisarios Manuel Borja-Villel, director del Museo, Rosario Peiró, jefa de Colecciones, y la historiadora del arte Beatriz Herráez, que acapara la atención socio-política de las prácticas artísticas del período, como código de activación contestataria al orden establecido e independiente a los discursos globales de rentabilidad del mercado y el ocio dirigido. La parodia servida como plato paradigma de la posmodernidad.

Es precisamente la película realizada por la pareja de artistas suizos Fischli&Weis La mínima resistencia (1980-81), aquella que pone nombre y cartel a la muestra, la guinda del guiño irónico hacia tan arriesgada reflexión. La imagen transgresora o absurda de una rata y un oso panda conversando o peleando en lo alto de un puente de autopista, nos plantea, según veamos como espectadores, cierta inseguridad antes de entrar. Si uno resetea en su memoria, la pieza fue presentada en una exposición presentada cuatro años antes en el Museo Reina Sofía bajo el título “¿Son los animales personas?”. Enigma burdo a la par que elevado, nos señala la ambigüedad paródica que se deriva del proyecto expositivo: un desvío en el contexto socio-cultural que parte del trauma esencialista del hombre posmoderno.

Nos movemos dentro de un marco intelectual y creativo dominado por la seducción de los márgenes, la diferencia, la pasividad y la negatividad. Reflejo social de una actitud nihilista de agotamiento animada por las políticas neoliberales de los años 80, el capital es protagonista “como fuerza separada del control humano”, y en palabras de Luis Navarro, “se agazapa tras un encadenamiento uniforme de espectáculos que impiden retirar la mirada para comprender”. La primera sección expositiva evidencia el conflicto. La idea de producción económica como un proceso de construcción educativa autoconsciente, sistemática y fabril, que dentro de un esquema capitalista establece la diferencia a través de nociones de clase, raza y género. Un conjunto de ecosistemas subalternos que al mismo tiempo dialogan con dos grupos de resistencia enfrentados: la autogestión y la autoexplotación.

Así, el cansancio define un espíritu global que se puede extrapolar a la academización de ciertas prácticas conceptuales y minimalistas en los géneros pictóricos. Aunque esta sala resbala con el discurso anterior, lo interesante es como el cuestionamiento se produce desde dentro. Una resistencia autodisciplinaria que defiende la expresividad del gesto y la subjetividad irracional del sujeto. Paso que nos lleva al siguiente. La reapropiación de las imágenes surgidas de la reproducción de otras imágenes, que por superposición intentan devolver una dimensión teatral a la construcción de la imagen. Todo un lío.

La instalación Mínima resistencia abre un espacio inusual de crítica y debate performativo entre una rata y un oso panda. Ante el caos y la oscuridad, tropezamos con sus cuerpos en el suelo. ¿Están muertos? No, siguen respirando. Son muñecos que duermen ante el espectáculo. Una situación que provoca risa y nos sitúa en acción como espectadores-policías dispuestos a leer todas las pistas dejadas por los comisarios-cacos.

Metafóricamente o no, a partir de aquí se sucede el diálogo activo y fragmentario de una sucesión de lenguajes artísticos de resistencia, locales y periféricos que, en una línea documental, emergen como contramodelo cultural a los discursos globales de rentabilidad del mercado y el ocio dirigido. Así la apertura de ARCO y la llegada del Guernica, promovidos por la transición española democrática y ejemplo de una realidad de cultura elevada, se contrastan con el nacimiento de toda una cultura subalterna popular y activista, relacionada con la Movida: la música, la televisión y otros medios alternativos de difusión, como el fanzine. Un desvío histórico y crítico, que cuestiona los terrenos resbaladizos de exclusión global ante la aparición de nuevos feminismos, la enfermedad del SIDA, la caída del muro de Berlín, la descomposición de la URSS, los enfrentamientos entre la Europa comunitaria y la Europa del Este, y la guerra en territorio de la antigua Yugoslavia.

Dentro de estrategias paródicas resbaladizas, lo político surge en la sociedad occidental a través de la cotidianidad de los hechos, acelerado día tras día por los mass media y la aparición de internet. Diferentes estratos generan una dispersión reveladora hacia la filosofía del sujeto débil, la reivindicación de la mirada al otro y la globalización. En el fin de la historia, ¿es viable hacer carrera como gestores contemporáneos desde el distanciamiento?

Tal y como nos lo han contado sus comisarios parece que no. La actitud crítica y reflexiva se hace eco de la necesidad de nuevos procesos constituyentes a través del acercamiento histórico y la democratización radical de la sociedad. Apoyados bajo el proyecto colaborativo en red de museos L'Internationale, fomentar la construcción de nuevos debates sobre el arte contemporáneo es su misión común. Así como hacer frente a los obstáculos que, institucionalmente hablando, son obviados e invisibilizados por el discurso tradicional. ¿La ironía? Pregúntese al escritor paraguayo Eduardo Galeano: “Somos lo que hacemos, para no ser lo que somos”.

Por Noelia Centeno

Mínima resistencia: Entre el tardomodernismo y la globalización: prácticas artísticas durante las décadas de los 80 y 90. Museo Nacional Reina Sofía
Melissa M Ramos Borges

En el 1969 el Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York abrió las puertas  con la exhibición Artist as adversary, con más de 400 obras recorriendo varios siglos de la historia del arte.  El artista como enemigo del Estado, la guerra, la injusticia social, orden social, utiliza el arte para señalar controversias sobre la conducta.  Pero, ¿qué sucede en la Posmodernidad? ¿Qué postura toma el artista? En su búsqueda de la individualidad, ¿cuán comprometido puede ser?

El Museo Nacional Reina Sofía inauguró el pasado 16 de octubre la exhibición Mínima resistencia: Entre el tardomodernismo y la globalización: prácticas artísticas durante las décadas de los 80 y 90, un conglomerado de pensamientos estéticos, filosóficos y teóricos de estas convulsas o neo-sumisas décadas.  Las piezas seleccionadas se producen en un momento histórico de gran revuelo para España y el mundo entero, excluyendo claramente a America Latina.  Los comisarios enmarcan la producción artística expuesta con acontecimientos político/históricos de España -época transición, ARCO, olimpiadas, Sevilla ’92- y acontecimientos de las grandes potencias (jefes de estado conservadores en Estados Unidos e Inglaterra), la caída del muro de Berlín, la desintegración de USSR.  No obstante, hay factores que se olvidan, o que no se quieren recordar, las dictaduras militares en muchos países de América Latina,  la celebración de 500 años de la llegada de Colón a las Américas, la crisis económica de Argentina, Chile, Brasil. Igualmente, es época de grandes contrastes, de la Movida Madrileña, Miguel Bosé, Olvido Alaska, Madonna, Michael Jackson, Los Hombres G, Poison, Def Leopard, Menudo, colores brillantes, opulencias, un desparramamiento de la cultura popular que llega directamente a nuestras casas a través de la televisión.

Posmodernidad es la ruptura de lo ideal y la caída de las grandes utopías.  Las economías capitalistas comienzan a crear un poder, el capital empieza a tener un protagonismo social, comienza a vender el sueño del mejoramiento económico, sustituye al gobierno como figura patriarca.  En España, la figura patriarcal de Franco simbolizaba décadas de represión social y política.  En la siguiente década había un gran interés de proyectar como país moderno apoyándose de los en Sevilla, Barcelona, ARCO, y desligarse de ese pasado militarista opresor.

Esta exhibición, “explora puntos de contacto, pero también las fricciones y roces, entre el arte producido en España en las dos décadas y su relación con el contexto internacional globalizado”.  Causa dificultad comprender el contexto internacional cuando, primero, citan acontecimientos políticos de cuatro países y obvias al resto del planeta. Segundo, se parte de una mirada del muy propia del primer mundo, sin compromiso a asuntos globales. Pero, eso es exactamente lo que es el posmodernismo, el abandono a las causas comprometidas, la exaltación de la individualidad y el arranque descomunal de las economías capitalistas.  Ante todo esto, ¿qué producen los artistas posmodernos del primer mundo? ¿Cuáles son sus causas, si algunas? Pues, los comisarios pretenden esclarecer esos puntos, parten de la palabra del título de la exhibición: resistencia.

La resistencia como oposición
La oposición toma un giro visualmente agresivo, adoptan estrategias de grupos guerrilleros militantes de bombardeo de información e imágenes.  Igual, utilizan la estética publicitaria para llevar a cabo su mensaje de desigualdad.  Las Guerrilla Girls fueron grandes activistas de esta época En su Portafolio I  se apropian de la publicidad de medios impresos, redactan declaraciones claras y concisas que exponen las diferencias entre hombres y mujeres artistas dentro del mercado e instituciones del arte.   Otro grupo de artistas que recurren a obras gráficas Estrujenbank. Estas piezas sobre papel, son fotocopias de promociones callejeras intervenidas con cinta adhesiva, collages, pintura, muestran una estética agresiva, asociada con la escena del punk rock y la contracultura.  

La documentación es evidente en la muestra, tanto como panfletos de concienciación en los movimientos gay, lésbicos y en la concienciación de la enfermedad del SIDA, como también en sucesos de gran importancia para el arte español, los recortes de periódico de la llegada triunfal de Guernica a España, el Museo Reina Sofía, la promoción de la feria ARCO, fotografías de la inauguración e invitaciones.  La fotografía existe también como documento concreto de performance, efímero de naturaleza, como en las obras de Itziar Okariz y Diamela Eltit. 

La resistencia como tolerancia / sufrimiento
La pieza Distancia Zero de Pep Augut, un lienzo sostenido sobre la pared por una plancha de metacrilato color gris, con el lienzo colgando a cada lado de la plancha.  En una sala donde abundan las construcciones y las composiciones complejas, Distancia Zero es una fuerza silente, muy poética en su conceptualización.  

Esta sutileza metafórica lo comparte La cocina, una instalación fílmica de la artista Eulália Valldosera.  La instalación, consiste en una proyección de una película de 16mm en blanco, 10 cordeles de tendedero, en el que la artista cuelga toallas de distintos tamaños en distintos cordeles. Resulta que al proyectar la luz, las sombras de las toallas crean una línea y todas terminan siendo del mismo tamaño.  El recurso del dibujo de sombra construye una narración metafórica del rol de la mujer, de las responsabilidades asociadas con el género, sin tener que recurrir al cuerpo. 

La obra Helter Sketler de Federico Guzmán, el artista crea una cuadricula con nueve papeles del tiro al blanco utilizados por equipo olímpico español, que luego pinta o cancela el blanco con un círculo blanco, recuerda a las obras minimalistas estadounidenses de los años 60, pero con un comentario político/social. 

Lo mínimo
La poca presencia de la pintura asombra ya que en estas décadas se recuerdan por el “retorno a la pintura”.  No obstante, se exhiben pinturas de los grandes exponentes de ese medio, como Marlene Dumas, Sigmar Polke, Martin Kippenberger y Leon Goulb, que rompieron con las tendencias del momento.  Luz (Siete ventanas) de Ignasi Aballí propone una nueva propuesta gráfica-pictórica.


Se percibe un paralelismo entre el España de la década de la transición el Reina Sofía del 2013, con intenciones de proyectarse como instituciones actuales y es a través del arte contemporáneo que intentan lograr esa proyección mundial. 

Una revisión del desencanto



MÍNIMA RESISTENCIA: Entre el tardomodernismo y la globalización: prácticas artísticas en las décadas de los 80 y 90.
MNCARS 6 octubre, 2013 - 5 enero, 2014


En primer lugar, repasemos las últimas páginas del libro de historia y hagamos rotar el globo terráqueo para nuestra correcta situación espacio-temporal. Último capítulo. Entre finales de la década de 1970 y mediados de los años 90. Desde Estados Unidos y Europa nuestra mano se extiende hasta llegar a tocar todos los puntos del planeta. Es un viaje en el tiempo muy corto y de lugares comunes, pero curiosamente enfrentarse a Mínima resistencia es advertir nuestra mala memoria para lo más cercano. Estamos ante un arte que nos recuerda quiénes fuimos, nos señala dónde estamos y nos pregunta a dónde vamos. La línea laberíntica entre el pasado y el futuro que nos proponen el director del museo Manuel Borja-Villel, la jefa de Colecciones, Rosario Peiró y la historiadora del arte Beatriz Herráez, se dirige a crear una nueva línea de investigación, con cientos de obras de nueva adquisición y de los fondos del Reina, enfocada en el papel social del arte en España y su relación con el contexto internacional. A su vez, la exposición se encuentra enmarcada en el proyecto: Los usos del arte de la red de museos europeos l´internationale, basado en el intercambio horizontal entre agentes culturales. El arte como transformador social en una época convulsa, como fueron los años 80 y 90, un arte de resistencia, entendiendo resistencia en su significación más política, parece un buen punto de partida pero la estrategia es dudosa. Plantear cómo hacer un arte radical en un momento en el que la institución arte ha devenido hegemónica conduce necesariamente a preguntarnos: ¿cuánto se puede resistir desde dentro de la institución?

El descrédito y el derrumbe del socialismo, marcado por la caída del muro de Berlín en el 89 iniciaron una nueva etapa así como a un nuevo mapa geopolítico. Un imperio de dominio descentrado y desterritorializado donde el capital económico es el poder más fuerte, dirán Negri y Hardt. Reagan aparece en pantalla (Reagan Tape) y entre aplausos se da comienzo al conservadurismo político y al triunfo de la ideología neoliberal de las décadas siguientes que también siguió Margaret Thatcher en Inglaterra. Una época marcada por la desregularización del mercado, la flexibilización de los salarios y la privatización de sectores públicos. Allan Sekula bajo el concepto de escuelas-fábrica retrata cómo los estudiantes son moldeados por medio de la especialización técnica para atender las demandas del estilo de vida capitalista. El pensamiento crítico queda así fuera del sistema. Como bien nos recuerda el cineasta checo Harun Farocki con sus once televisores, los obreros todavía no han salido de las fábricas. Es este desencanto político el que se traduce en un malestar cultural, el Capitalismo conduce a la renuncia del proyecto emancipador de las vanguardias ante la mercantilización del arte. Todo lo ha convertido en un valor de cambio. Aun así hay quienes resisten y en un gesto subversivo siguen creando.

Una rata y un panda duermen tirados en el suelo ante la vista de todos, a los artistas no hay que tomarlos muy en serio, parece que nos quieren decir. Mínima resistencia es el título del vídeo de este dúo, Fischli & Weiss, donde se habla de la posibilidad de hacer carrera como artista como si de una serie policíaca se tratara. Lo absurdo y lo teatral como nueva forma de entender a la institución y al artista, porque nada funciona, hay para derramar lágrimas señalan en los últimos minutos del film. Pero no todos se alejan de la tradición y el metarrelato, elementos caducos para aquello que se acordó en llamar: postmodernidad. Obras de gran formato de Miguel Ángel Campano y Sigmar Polke hacen patentes la autorreferencialidad y la narratividad que se creían perdidas en Los géneros de la pintura. Es el agotamiento de ciertas prácticas conceptuales exitosas en décadas anteriores lo que resucita a la tradición con una vuelta a las bellas artes. Esta regresión no debe hacernos olvidar que ésta es la época de la imagen: la fotográfica, la televisiva intermitente de la Mtv o la retrofuturista de los videojuegos. Una estética influida por los mass media y recreada en obras como PM Magazine de Dara Birnbaum o Rock my religion de Dan Graham, ponen de manifiesto la unión entre tecnología y placer. El apropiacionismo se convierte en el nuevo credo artístico, buen ejemplo de ello es el círculo de artistas de la muestra Pictures (1977) que bajo la dirección de Douglas Crimp, buscan devolver la dimensión teatral a las imágenes. Se juega mediante la repetición y la superposición, se borra para volver a escribir como si de un palimpsesto se tratara. Cindy Sherman también se disfraza y actúa para nosotros en sus recreaciones cinematográficas.

El arte de los 80 y 90 más activista fue aquel que se situaba en lo real y que respondía frontalmente a problemas de gran calado social como el sida, la homofobia y la falta de visualización de colectivos y minorías étnicas. Se destacan las prácticas de Guerrilla girls y Erreakzioa en la lucha feminista y los colectivos Radical Gai y LSD en el reconocimiento de los derechos de los homosexuales. Prácticas muy relacionadas con las teorías performativas del cuerpo y los estudios de género a los que se dedica una sala con fotografías de Jo Spence y el film Freak Orlando de Ottinger. Dando un gran salto desde el cuerpo extraño y enfermo pasamos a un cuerpo distinto: el arquitectónico. Para finalizar, las últimas salas muestran una actitud crítica con el concepto de la institucionalización del arte desde la misma estructura física. Conceptos como arquitectura, conocimiento y poder se aúnan en obras como la de Isidoro Válcarcel Medina. 

La muestra se tiñe de una ideología que se aleja profundamente de las directrices comerciales del arte pero no olvidemos que la crítica también debe cuestionar a la propia institución, y para ello se requiere independencia y oposición externa, ya que paradójicamente desde el interior la resistencia es mínima. Dentro del museo al visitante se le pide silencio.

Irene Martínez Marín



 

Los sonrientes de la plaza y la bomba de tiempo

Mínima resistencia. Entre el tardomodernismo y la globalización: prácticas artísticas durante las décadas de los 80 y 90. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. 15 de octubre de 2013 al 6 de enero de 2014.


LOS SONRIENTES DE LA PLAZA Y LA BOMBA DE TIEMPO

Sonrientes
Adelante, tres personajes grisáceos, con las manos y los brazos pegados al cuerpo, forman un círculo y sonríen. De pronto, al acercarse al corrillo, uno se percata de que al fondo, otros dos sonrientes parecen aproximarse. Estos cinco hombres no tienen pies; son como brotes, pero extraños, de la propia arquitectura, pues sus cuerpos nada tienen que ver con el canon vitruviano del edificio neoclásico. Su escala es otra; sus cuerpos, diferentes. Pero son sus gestos cordiales los que nos hacen arremolinarnos en torno a sus sonrisas.
Así, Plaza, Madrid, una escultura de Juan Muñoz, nos da la bienvenida, en uno de los corredores, a Mínima Resistencia, la exposición con la que el MNCARS nos presenta un recorrido por los años ochenta y noventa a través de una selección de obras de su colección.

Ángeles
“Una exposición es una tentativa de agrupación de una comunidad”, dice Thomas McEvilley, donde los objetos al salir de su “encierro” despliegan ese gran “conglomerado de sugerencias y propuestas”.
Esta exposición es una travesía por trece salas. Todos los nombres de las secciones remiten, en su mayoría, a nombres de obras, textos o exposiciones. Hay en este recorrido secuencias mejor logradas que otras. Pero, al final, si apaciguamos un poco nuestros andares, logramos construir invaluables conexiones entre esas distintas capas de imágenes que somos: las personales, las mediáticas y las artísticas. ¿Con cuál imagen personal puede uno mezclar la de Naranjito, que llega al ver la vitrina que documenta el nacimiento de ARCO? O, ante la obra de Juan Ugalde Pato y piscina, ¿qué imágenes puede uno añadir a las de Els Comediants y La Fura inaugurando los juegos olímpicos de Barcelona? Las obras de una exposición, al contrario que los ángeles de Alas sobre Berlin, de Wim Wenders, quizás no puedan escuchar nuestros pensamientos, pero si pueden actuar sobre nuestras vidas.

Paisajes de resistencia
El paisaje de acontecimientos de los años ochenta y noventa -“todo lo que somos, lo que ocurre ahora, es fruto de ese tiempo”- está construido, en Mínima resistencia, a partir de la tensión brutal entre cuerpo y espacio. La fragilidad –el asedio del SIDA, la exclusión ideológica y el exterminio de los genocidios- contrasta con la espectacularidad de la arquitectura de los “Star Architects”, quienes van sembrando, por el mundo, sus deconstructivos iconos de globalización. Es en ese intersticio donde “los artistas buscan esos espacios de resistencia en un mundo globalizado”.
 “Globalización es otro modo de decir capitalismo”, apuntala Allan Sekula y nos introduce en las graves consecuencias del olvido de ese otro espacio fundamental en la globalización: “El mar está olvidado hasta el momento en que el desastre golpea”.

Mares y arquitecturas
Sin título (Demokratie) es una pintura de Jiri Georg Dokoupil donde una bandera, en la que se lee DEMOKRATIE, cuelga de un mástil roto de una barquita a la deriva en un mar verdoso y rojo, en una noche con diez estrellas en el cielo. En Mar, de Miguel Ángel Campano, ya sólo vemos una mancha completamente negra.
El mar y la tierra constituyen un continuo, como esa forma topológica llamada botella de Klein que hace parte de la obra de Rosemarie Trockel Sin título, de 1989, el año en que empieza a gestarse un nuevo continuum.
Mientras las arquitecturas oficiales colonizan el espacio de la tierra, las arquitecturas de resistencia se alían con la imaginación para crear otros espacios. Las maquetas-mesa de Thomas Shütte no sólo horadan el subsuelo, sino que apelan a lo laberíntico y a la monumentalidad. El Museo de la ruina, de Isidoro Valcárcel Medina, desafía tanto la lógica constructiva como la  institucional. Allan Sekula nos muestra la relación entre espacios de control en La escuela es una fábrica. Unos diagramas sintetizan las conexiones que se establecen entre las instituciones de educación, las profesiones, el trabajo y la exclusión.

Diagramas
Los diagramas son herramientas conceptuales usadas para hacer visibles las complejas relaciones entre los múltiples elementos de un sistema. La obra de Mark Lompardi se sustenta en ellos. En Nugan Hand Bank. Sydney Australia, se conectan datos de un escándalo sin precedentes entre la CIA y el gobierno australiano: corrupción, tráfico de drogas y de armas. Por otro lado, también están los diagramas-parodia, como los del libro Orden y limpieza, en los que podemos ver las relaciones que trazan Rata y Oso - los alteregos de Peter Fischli y de David Weiss-, cuyo fin es imponer el orden caótico en el mundo.

Parodias, disfraces y procesiones
La parodia es una de las estrategias de este periodo que aúna teatralidad y crítica para renovar “los códigos y lenguajes del arte”. La película de Ulrike Ottinger Orlando Freak es una mezcla de narrativas y tiempos dispares para provocar shock y risas. Porque, casi siempre, disfrazarse es divertido aunque no banal. Itziar Okariz parece una prima lejana de Rata y Oso en The Art of falling apart y las Guerrillas Girls, enfundadas en sus simiescas máscaras, asaltan los museos con sus eslóganes y manifiestos. Pepe Espaliú, sin disfraz, pero asumiendo la pose de un paso de semana santa, se hace pasear  por San Sebastián en la acción Carrying. Un retrato que se asemeja al Joker muestra a Pedro Lemebel con una hoz dibujada en la cara, cuyo mango empieza en la boca y la cuchilla curvada le llega hasta una ceja. De un rincón, sale su voz leyendo Manifiesto. Hablo por mi diferencia: “¿El futuro será en blanco y negro?/ ¿El tiempo en noche y día laboral sin ambigüedades?”. Es 1986: Mundial de fútbol en México, Chernobyl, la dictadura de Pinochet continúa.

Afuera
Después de haber conectado tantas historias e imágenes, y cuando uno está a punto de irse –como si fuera un personaje más de Working leaving the Factory in eleven decades de Harun Farocki-, se encuentra con un disco de Pedro G. Romero, en formato vinilo, llamado “La bomba de tiempo”. Entonces, uno comprende las risitas de los personajes de la plaza: su esperanza.

Dubán Urbina