Surrealistas antes del
surrealismo.
La fantasía y lo
fantástico en la estampa, el dibujo y la fotografía.
Fundación Juan March.
Madrid, 1.10.2013 – 12.01.2014.
La materialización de
la utopía, de lo fantástico, de lo maravilloso y de lo soñado da cabida en la exposición
comisariada por Yasmin Doosry. Bajo el paradójico título Surrealistas antes del surrealismo se asiste al encuentro de unas
doscientas obras que datan entre finales del medievo y la primera mitad del
siglo XX, conjugadas con el fin de mostrarse como fábrica del imaginario plástico y
teórico surrealista.
Once son los hilos
conductores que guían la travesía hacia la
fantasía y lo fantástico. Las diferentes obras expuestas que acogen estampa,
dibujo, fotografía y vídeo, se situan en un espacio expositivo que esquiva el
clásico cubo blanco para ofrecer un intento de contextualización estética. El
color azul oscuro de las paredes, quizás en alusión al color de los sueños de
Joan Miró en su obra Ceci est la couleur de mes rêves -aunque convertidos
aquí en oscura pesadilla-, junto a la difícil musealización del formato vídeo, proyectado
en formato circular sobre el suelo y acompañado de sillas que, en cierto modo,
parecen formar parte del mismo juego surrealista, envuelven al espectador en un
espacio que evoca a las primeras exposiciones surrealistas de los años treinta. El
techo cubierto con hamacas mexicanas y la luz tenue de la sala cierran la
ambientación precisa que se ha pretendido recrear, un espacio que, al igual que
las obras expuestas, rehuye de un razonamiento lógico.
El título propuesto
para la exposición no pasa en absoluto inadvertido, de hecho, es el gran
reclamo al público. El espectador no acude a la exposición al encuentro de una
gran obra maestra, sino que lo hace motivado por la necesidad de resolver el
enigma planteado, ¿existieron surrealistas antes del surrealismo?
La Fundación Juan
March, inspirándose en la exposición Fantastic
Art, Dada, Surrealism, que se llevó a cabo en Nueva York en 1936 organizada
por Alfred H. Barr, fundador y entonces director del MoMa, afirma la existencia
de un imaginario decididamente surrealista previo al nacimiento del movimiento de
vanguardia. En la misma línea en la que trabajó previamente la muestra neoyorquina,
la Fundación crea una aparente genealogía del surrealismo en la que las secciones
forman las ramas de este árbol de vida surrealista. Las once secciones que
organizan toda la muestra se desarrollan a través de la confrontación de
artistas declaradamente surrealistas como Dalí, Miró y Redon, junto a otros
maestros como Goya, Höfer, Piranesi y Durero pertenecientes a otros períodos
históricos y lejanos, aparentemente, al ideario del movimiento de vanguardia.
Algunas conexiones que se establecen parecen ser el resultado de una
interpretación demasiado amplia del mostruario surrealista como demuestra la
inclusión de la obra de Hans Baldung El
mozo de cuadras embrujado en “Espacios mágicos” junto a las arquitecturas
imposibles de Hermann Finsterlin. Otras, quizás más acertadas, son las que
hacen referencia al imaginario de seres monstruosos en “El Capriccio” o los grabados de Stefano della Bella en “Las sombras de
las sombras”.
Si bien el propio Breton, en su primer
manifiesto, reconoció la posibilidad de hacer pasar por surrealistas autores
precedentes, incluso en el campo de la literatura, ya que habla más bien del
surrealismo como un libre ejercicio del pensamiento y la creación, el reto que
ha supuesto la exposición Surrealistas
antes del surrealismo parece haberse quedado en una muestra del arte de la
subjetividad. Aún así, y pese a que la muestra no consigue responder a la
pregunta que se planteaba el espectador, sí le ofrece herramientas para que
éste continue con la reflexión.
Marta Barceló.
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