Carmen Calvo. El Festín de la araña.
Galería de Arte Fernández-Braso
(19 de septiembre - 9 de noviembre de 2013)
La exposición de Carmen Calvo en la Galería Fernández-Braso
de Madrid, consigue condensar a través de una treintena de obras – la mayoría
creadas en el último año –, sus inquietudes artísticas de las últimas décadas.
Superada la fascinación por el mundo arqueológico y su escritura cuneiforme o
la apropiación de la obra de Vincent Van Gogh que dominaron su obra temprana,
nos encontramos con nuevas vías de experimentación como la fotografía tratada o
la utilización de nuevos soportes como el caucho o los libros. Aún así, la
apropiación de estilos pasados o la influencia de determinados artistas sigue
patente en su obra.
Lo primero que llama la atención
nada más entrar en la galería, es el contraste entre la imagen que da su
fachada y el espacio interior: techos altos, maderas nobles, paredes blancas
poco compartimentadas y una amplitud de espacios, tomadas del modelo expositivo
del "cubo blanco", nos permiten recorrer la exposición cómodamente y
tener la sensación de que las obras de Calvo, muchas de ellas de gran formato,
“respiran”. Las tres obras que dan comienzo a la exposición, son collages sobre fondos rectangulares de caucho de 200 x 140 cm. Alicia, Retrato de Alicia y De donde babean pomadas de oro, son composiciones de 2006 que aluden a los exvotos cuidadosamente colocados sobre las lápidas del cementerio de Père Lachaise, que tanto inspiraron a la artista en sus asiduas visitas durante sus años de residencia en París. Calvo empezó a experimentar con la técnica del collage en la segunda mitad de los años noventa, interesándose especialmente por el tema del almacenamiento de objetos y su organización. A través de objetos de muy diversa índole y textura, sin conexión aparente entre ellos, reúne por ejemplo en Retrato de Alicia, los siguientes: una suela de zapato, un cordón, corales, un candado, un cuchillo, un zapato de muñeca de plástico rosa, un botón, unos guantes de seda, varias piezas de juegos tradicionales infantiles etc. Esta asociación de objetos destila un evidente halo surrealista, que sin embargo, no suscita una reacción distante u horrorizada por parte del espectador, ya que la artista no crea asociaciones extrañas con estos objetos cotidianos, sino que se limita a ordenarlos de manera aséptica. Estos objetos, muchos de ellos comprados en mercadillos, se cuelgan al soporte generalmente con cuerdas.
El otro gran ejemplo de apropiación en la exposición lo
encontramos en las fotografías. Éstas suelen ser antiguas (en blanco y negro),
casi siempre de grupos o niños, que proceden de álbumes familiares o de
mercadillos. Calvo monumentaliza las imágenes encontradas ampliándolas en
exceso hasta cambiarlas de escala, perdiendo así la función doméstica para la
que fueron creadas. A menudo imprime el negativo en lugar de la imagen en
positivo, como en Discurso de aceptación, expuesta en una caja de luz, en
la que un niño y una niña, seguramente hermanos, posan junto con un burro de
juguete al que el niño sujeta por las riendas. Este tipo de impresión otorga a
la imagen un carácter fantasmagórico inquietante, tan solo roto en esta
composición por un foco de color rojizo al fondo. Calvo otorga a las
fotografías una segunda vida, quedando totalmente desvinculadas del ámbito
privado-familiar para el que fueron tomadas y convirtiéndolas en fotografías
anónimas, otorgando al soporte original calidad de objeto artístico. Es
inevitable no ligar esta idea por un lado con en el “arte de la memoria” de
Christian Boltanski, con quien coincidió en París y comparte además ciertas
referencias estéticas y la alusión constante al mundo infantil, aunque el
tratamiento de la memoria y la conexión de Boltanski con el drama del
holocausto como trasfondo, son evidentemente ajenos a la obra de Calvo. Por otro
lado, la influencia de los "ready-made" de Marcel Duchamp es patente
y reconocida por la artista.
Calvo emplea en algunas de estas fotografías el collage,
herramienta que utiliza para desconfigurar la memoria personal de la
fotografía. En Por encima del error, madre e hija, elegantemente
vestidas, se cogen de las manos en una postura un tanto cursi en lo que parece
ser una pose de estudio. Sus caras se han eliminado con dos pegotes de barro.
Otras veces utiliza collages solo para enmascarar los rostros, como en el
montaje fotográfico Y no ha quedado para nadie, en el que siete figuras comparten
el cercamiento de uno de sus ojos con un antifaz de color verde o en Mira a
las hormigas, en la que un
niño tiene tapados ambos ojos con dos franjas rojas alargadas y su variante, Todo
gesto es un acto revolucionario, en la que toda la cara del niño aparece
lavada por un gouache color mostaza.
El último ámbito de la exposición concentra otra de las grandes obsesiones de Calvo, el museo, que se convierte en fuente de inspiración junto con uno de sus elementos de exposición básico: la vitrina. Nada más entrar en esta sala, donde se ubica el despacho de uno de los empleados de la galería, se apodera de uno la sensación de estar invadiendo un espacio privado y el acto reflejo de adoptar ciertas actitudes propias del visitante que acude a un museo, como el permanecer en silencio o el mantener una distancia de seguridad con la obra. Esta sala que reúne obras de pequeño formato enmarcadas todas ellas con el mismo tipo de marco-vitrina, podría aludir a la “Exposición Surrealista de Objetos” que tuvo lugar en la galería Charles Ratton de París en 1936. En dicha exposición, se presentaban objetos surrealistas en vitrinas aludiendo a los museos etnográficos.
Calvo presenta aquí, una reunión de collages de pequeño formato de marcado carácter surrealista, como son Figuras que está escritas o ¿Qué sería del mundo si fuésemos humanos? en los que aprovecha las páginas de un libro (de partituras musicales en el primer caso y académico en el segundo), para sobreponer esferas de color azul añil en las partituras y lo que parece un muro de ladrillos estratégicamente colocado sobre un ensayo médico-científico. En Puede ser que no te viese, aprovecha un libro con texto en braille para pinchar unas gafas de aviador de cuero.
Cabe destacar en toda la exposición, la importancia que la
artista da a los títulos de sus obras, completando alguna vez el significado de
las mismas o ampliando su ambigüedad en la mayoría de ellas.
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