Mínima
resistencia. Entre el tardomodernismo y la globalización: prácticas artísticas
durante las décadas de los 80 y 90. Museo Nacional Centro
de Arte Reina Sofía. 15 de octubre de 2013 al 6 de enero de 2014.
LOS
SONRIENTES DE LA PLAZA Y LA BOMBA DE TIEMPO
Sonrientes
Adelante,
tres personajes grisáceos, con las manos y los brazos pegados al cuerpo, forman
un círculo y sonríen. De pronto, al acercarse al corrillo, uno se percata de
que al fondo, otros dos sonrientes parecen aproximarse. Estos cinco hombres no
tienen pies; son como brotes, pero extraños, de la propia arquitectura, pues sus
cuerpos nada tienen que ver con el canon vitruviano del edificio neoclásico. Su
escala es otra; sus cuerpos, diferentes. Pero son sus gestos cordiales los que
nos hacen arremolinarnos en torno a sus sonrisas.
Así,
Plaza, Madrid, una escultura de Juan
Muñoz, nos da la bienvenida, en uno de los corredores, a Mínima Resistencia, la exposición con la que el MNCARS nos presenta
un recorrido por los años ochenta y noventa a través de una selección de obras
de su colección.
Ángeles
“Una
exposición es una tentativa de agrupación de una comunidad”, dice Thomas
McEvilley, donde los objetos al salir de su “encierro” despliegan ese gran
“conglomerado de sugerencias y propuestas”.
Esta
exposición es una travesía por trece salas. Todos los nombres de las secciones
remiten, en su mayoría, a nombres de obras, textos o exposiciones. Hay en este
recorrido secuencias mejor logradas que otras. Pero, al final, si apaciguamos
un poco nuestros andares, logramos construir invaluables conexiones entre esas distintas
capas de imágenes que somos: las personales, las mediáticas y las artísticas. ¿Con
cuál imagen personal puede uno mezclar la de Naranjito, que llega al ver la
vitrina que documenta el nacimiento de ARCO? O, ante la obra de Juan Ugalde Pato y piscina, ¿qué imágenes puede uno
añadir a las de Els Comediants y La Fura inaugurando los juegos
olímpicos de Barcelona? Las obras de una exposición, al contrario que los
ángeles de Alas sobre Berlin, de Wim
Wenders, quizás no puedan escuchar nuestros pensamientos, pero si pueden actuar
sobre nuestras vidas.
Paisajes
de resistencia
El
paisaje de acontecimientos de los años ochenta y noventa -“todo lo que somos,
lo que ocurre ahora, es fruto de ese tiempo”- está construido, en Mínima resistencia, a partir de la
tensión brutal entre cuerpo y espacio. La fragilidad –el asedio del SIDA, la
exclusión ideológica y el exterminio de los genocidios- contrasta con la
espectacularidad de la arquitectura de los “Star Architects”, quienes van
sembrando, por el mundo, sus deconstructivos iconos de globalización. Es en ese
intersticio donde “los artistas buscan esos espacios de resistencia en un mundo
globalizado”.
“Globalización es otro modo de decir
capitalismo”, apuntala Allan Sekula y nos introduce en las graves consecuencias
del olvido de ese otro espacio fundamental en la globalización: “El mar está
olvidado hasta el momento en que el desastre golpea”.
Mares
y arquitecturas
Sin título (Demokratie)
es una pintura de Jiri Georg Dokoupil donde una bandera, en la que se lee
DEMOKRATIE, cuelga de un mástil roto de una barquita a la deriva en un mar
verdoso y rojo, en una noche con diez estrellas en el cielo. En Mar, de Miguel Ángel Campano, ya sólo
vemos una mancha completamente negra.
El
mar y la tierra constituyen un continuo, como esa forma topológica llamada
botella de Klein que hace parte de la obra de Rosemarie Trockel Sin título, de 1989, el año en que
empieza a gestarse un nuevo continuum.
Mientras
las arquitecturas oficiales colonizan el espacio de la tierra, las arquitecturas
de resistencia se alían con la imaginación para crear otros espacios. Las
maquetas-mesa de Thomas Shütte no sólo horadan el subsuelo, sino que apelan a
lo laberíntico y a la monumentalidad. El Museo
de la ruina, de Isidoro Valcárcel Medina, desafía tanto la lógica
constructiva como la institucional.
Allan Sekula nos muestra la relación entre espacios de control en La escuela es una fábrica. Unos diagramas
sintetizan las conexiones que se establecen entre las instituciones de
educación, las profesiones, el trabajo y la exclusión.
Diagramas
Los
diagramas son herramientas conceptuales usadas para hacer visibles las
complejas relaciones entre los múltiples elementos de un sistema. La obra de
Mark Lompardi se sustenta en ellos. En Nugan
Hand Bank. Sydney Australia, se conectan datos de un escándalo sin
precedentes entre la CIA y el gobierno australiano: corrupción, tráfico de
drogas y de armas. Por otro lado, también están los diagramas-parodia, como los
del libro Orden y limpieza, en los que
podemos ver las relaciones que trazan Rata y Oso - los alteregos de Peter
Fischli y de David Weiss-, cuyo fin es imponer el orden caótico en el mundo.
Parodias,
disfraces y procesiones
La
parodia es una de las estrategias de este periodo que aúna teatralidad y
crítica para renovar “los códigos y lenguajes del arte”. La película de Ulrike
Ottinger Orlando Freak es una mezcla
de narrativas y tiempos dispares para provocar shock y risas. Porque, casi
siempre, disfrazarse es divertido aunque no banal. Itziar Okariz parece una
prima lejana de Rata y Oso en The Art of
falling apart y las Guerrillas Girls, enfundadas en sus simiescas máscaras,
asaltan los museos con sus eslóganes y manifiestos. Pepe Espaliú, sin disfraz,
pero asumiendo la pose de un paso de semana santa, se hace pasear por San Sebastián en la acción Carrying. Un
retrato que se asemeja al Joker muestra a Pedro Lemebel con una hoz dibujada en
la cara, cuyo mango empieza en la boca y la cuchilla curvada le llega hasta una
ceja. De un rincón, sale su voz leyendo Manifiesto.
Hablo por mi diferencia: “¿El futuro será en blanco y negro?/ ¿El tiempo en
noche y día laboral sin ambigüedades?”. Es 1986: Mundial de fútbol en México, Chernobyl,
la dictadura de Pinochet continúa.
Afuera
Después
de haber conectado tantas historias e imágenes, y cuando uno está a punto de
irse –como si fuera un personaje más de Working
leaving the Factory in eleven decades de Harun Farocki-, se encuentra con un
disco de Pedro G. Romero, en formato vinilo, llamado “La bomba de tiempo”. Entonces,
uno comprende las risitas de los personajes de la plaza: su esperanza.
Dubán Urbina
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