CARMEN CALVO. EL FESTÍN DE LA ARAÑA
Galería de Arte
Fernández-Braso
Del 19 de septiembre al 9 de
noviembre de 2013
Traspaso el
umbral de la Galería y mi primer impulso es leer el texto, que rotulado en las
blancas paredes, Alfonso de la Torre dedica a la artista Carmen Calvo a modo de
una declaración de intenciones. Nos enfrentamos a una artista cuya máxima
inquietud es analizar, cuestionar e interrogar las distintas formas de
comportamiento de relación del ser humano.
Treinta obras
de Carmen Calvo son exhibidas en la Galería Fernández-Braso hasta principios de
noviembre. Se trata de una selección que incluye en su mayor parte piezas
realizadas durante este año en curso, aunque muestra también algunas realizadas
con anterioridad; es el caso de sus recopilaciones.
Entre estas
últimas destaca la representación de Alicia
(2006), un collage sobre una
pizarra de caucho en el que flota una muñeca Nancy, cuyos ojos están vendados
con una lazada roja, evocando el voyeurismo o ¿quizás una sarcástica ironía que
alude a la ceguera del ser humano?.
Al otro extremo del mismo testero, vemos El retrato de Alicia (2006), otro
collage en el que Carmen Calvo nos conduce al interior de la muchacha. En un
ejercicio de extraordinaria sensibilidad nos muestra los objetos, que a modo de
relicarios engarzados al caucho a través de alambres, definen la realidad de la
joven. En su primer viaje a París, la artista, ya entonces coleccionista de
fósiles en su Valencia natal, redescubre su pasión por la arqueología en las
Galerías de Arte Egipcio del Museo del Louvre. A mediados de los años 70, como
nos recuerda José Luis Clemente[1],
Carmen Calvo inicia la sistemática recopilación, ordenación y clasificación de
fragmentos y objets trouvés en
rastros y anticuarios valencianos y en el Marché aux Puces de Paris. El mecanismo
del descubrimiento, reconstitución y compilación de los hallazgos arqueológicos
de Oriente Próximo, según palabras de la artista[2],
inspiró la pauta en la realización de sus recopilaciones.
Entre ambos
collages, se expone De donde babean
pomadas de oro (2006), en el que una docena de máscaras mortuorias en yeso
evocan el ars moriendi que ha
caracterizado la tradición pictórica hispana. La secuencia repetitiva de los
moldes de máscaras alude según la propia artista, a su trabajo en la fábrica de
cerámica de Valencia en sus años de juventud.
Tras la
recopilación encontramos una sección de fotos, entre las que destaca una
fotografía antigua Por encima del error
(2013), que a modo de cuadrito de gabinete, nos presenta su particular “retrato
costumbrista”. Calvo penetra en la intimidad de una madre amantísima junto a su
hija, ambas con los rostros embadurnados de arcilla. La tensión dialéctica
entre lo privado y la dimensión pública a la que la obra de arte está sometida
al ser observada[3],
está aquí presente. La arcilla, indisociable de la tradición cerámica
valenciana, se consolida como material fetiche de la artista.
En la misma
línea de manipulación de los rostros, vemos las fotografías ¿Qué sueños tengo? (2012), Siempre me ha preocupado (2013), Messiere Belzébuth tire par la cravate
(2012) o Cae levemente (2013), entre
otras, en los que la artista, en un acopio de ímpetu iconoclasta, juega
deliberadamente con el espectador cubriendo las caras de los retratados ya sea
con una máscara china, otra de yeso, un trozo de cuerda de seda, algodones o
tules, incluso en algunos casos pintarrajeando los rostros de verde o marrón.
En la última
sala, sobresale el montaje de diversos collages en los que la influencia de
artistas de las vanguardias históricas como Schwitters, Breton y el grupo
dadaísta quedan patentes. Entre ellos cabe destacar la partitura Figuras que están escritas (2013), el
libro de cuentas de una modista, ¡Qué
bien estar solos a nuestras anchas! (2013), o el libro ¿Qué sería del mundo si fuesemos humanos? (2013), en el que el
ensamblaje de las piezas de tetris nos muestra la severidad geométrica de la
artista. Son de señalar los libros de escritura braille donde un colador y unas
gafas de aviador aparecen en escena como si nada. En esta serie, es perceptible
la impronta que ejercieron sobre ella las tablillas de escritura cuneiforme
sobre arcilla que tanto le impactaron en el Louvre, ya que para Carmen Calvo la
escritura es un elemento primordial en su arte.
El dibujo Pensar es destruir (2013) es un claro
homenaje a su admirado Matisse y el titulado Está allá detrás (2013), representa a una idílica familia feliz, que es rondada por
la muerte representada por las calaveras al fondo de la obra.
Para finalizar
haré mención a las fotografías en blanco y negro coloreadas por la artista, que
evocan con nostalgia su época parisina y a dos obras, no muy acertadas por su
falta de coherencia en el discurso, en las que la artista experimenta sobre un nuevo
soporte, el tapiz. La línea surrealista de lo onírico queda también
representada en la obra que da título a la muestra, El festín de la araña (2013). En el interior de un fanal de
cristal, una araña se desliza a través de una nube de algodón bajo la
aprobación de una sensual mano femenina, quizás la mano de la artista que abre
paso al espectáculo.
Marina López
de Haro Ochoa
[1] CLEMENTE, J.L. “Carmen Calvo y Miquel Navarro, tras un retablo” en cat.
Expo. Siglo XXI: Arte en la Catedral de
Burgos. Iconografías contemporáneas
de Carmen Calvo y Miquel Navarro, Burgos, Fundación Caja de Burgos, 2005.
Pag. 29.
[2] CALVO, C. en
cat. Expo. Carmen Calvo, París,
Galerie Thessa Herold, 1995. Pag. 52
[3] ROSE, B., “Carmen Calvo: de lo íntimo a lo monumental” en cat. expo. Carmen Calvo. Obras 1973-1990, Valencia,
IVAM, 1990. Pag. 9.
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