miércoles, 16 de octubre de 2013

Crítica Carmen Calvo por Marina López de Haro


CARMEN CALVO.  EL FESTÍN DE LA ARAÑA

Galería de Arte Fernández-Braso

Del 19 de septiembre al 9 de noviembre de 2013

 

Traspaso el umbral de la Galería y mi primer impulso es leer el texto, que rotulado en las blancas paredes, Alfonso de la Torre dedica a la artista Carmen Calvo a modo de una declaración de intenciones. Nos enfrentamos a una artista cuya máxima inquietud es analizar, cuestionar e interrogar las distintas formas de comportamiento de relación del ser humano.


Treinta obras de Carmen Calvo son exhibidas en la Galería Fernández-Braso hasta principios de noviembre. Se trata de una selección que incluye en su mayor parte piezas realizadas durante este año en curso, aunque muestra también algunas realizadas con anterioridad; es el caso de sus recopilaciones.


Entre estas últimas destaca la representación de Alicia (2006), un collage sobre una pizarra de caucho en el que flota una muñeca Nancy, cuyos ojos están vendados con una lazada roja, evocando el voyeurismo o ¿quizás una sarcástica ironía que alude a la ceguera del ser humano?.


 Al otro extremo del mismo testero, vemos El retrato de Alicia (2006), otro collage en el que Carmen Calvo nos conduce al interior de la muchacha. En un ejercicio de extraordinaria sensibilidad nos muestra los objetos, que a modo de relicarios engarzados al caucho a través de alambres, definen la realidad de la joven. En su primer viaje a París, la artista, ya entonces coleccionista de fósiles en su Valencia natal, redescubre su pasión por la arqueología en las Galerías de Arte Egipcio del Museo del Louvre. A mediados de los años 70, como nos recuerda José Luis Clemente[1], Carmen Calvo inicia la sistemática recopilación, ordenación y clasificación de fragmentos y objets trouvés en rastros y anticuarios valencianos y en el Marché aux Puces de Paris. El mecanismo del descubrimiento, reconstitución y compilación de los hallazgos arqueológicos de Oriente Próximo, según palabras de la artista[2], inspiró la pauta en la realización de sus recopilaciones.

 
Con un conocimiento instintivo de los materiales y objetos, Calvo los sitúa de manera concienzuda sobre el plano con gran acierto, sofisticación y sobriedad: son las piezas de un puzzle que encaja a la perfección. Se agrupan clavos, cruces, llaves, crucifijos, la manzana que adorna un árbol de navidad, una pistola…todos ellos símbolos que aluden a la preocupación por el paso del tiempo que inexorablemente nos conduce a la muerte. Observamos también objetos que, a modo de una vanitas del siglo XXI, nos sugieren los placeres de la vida como las lujosas borlas de pasamanería, el tocado de flores, la pipa de la shisha marroquí, el huevo dorado de la fertilidad y el lujo, como un guiño al Dalí surrealista, el juego del diábolo, el mechón de pelo evocador de los amores imposibles y un sin fin de fragmentos más, ninguno de ellos desprovisto de significado y supervisado por esos “ojos que todo lo ven”, nunca ausentes en su obra.

Entre ambos collages, se expone De donde babean pomadas de oro (2006), en el que una docena de máscaras mortuorias en yeso evocan el ars moriendi que ha caracterizado la tradición pictórica hispana. La secuencia repetitiva de los moldes de máscaras alude según la propia artista, a su trabajo en la fábrica de cerámica de Valencia en sus años de juventud.


Tras la recopilación encontramos una sección de fotos, entre las que destaca una fotografía antigua Por encima del error (2013), que a modo de cuadrito de gabinete, nos presenta su particular “retrato costumbrista”. Calvo penetra en la intimidad de una madre amantísima junto a su hija, ambas con los rostros embadurnados de arcilla. La tensión dialéctica entre lo privado y la dimensión pública a la que la obra de arte está sometida al ser observada[3], está aquí presente. La arcilla, indisociable de la tradición cerámica valenciana, se consolida como material fetiche de la artista.

En la misma línea de manipulación de los rostros, vemos las fotografías ¿Qué sueños tengo? (2012), Siempre me ha preocupado (2013), Messiere Belzébuth tire par la cravate (2012) o Cae levemente (2013), entre otras, en los que la artista, en un acopio de ímpetu iconoclasta, juega deliberadamente con el espectador cubriendo las caras de los retratados ya sea con una máscara china, otra de yeso, un trozo de cuerda de seda, algodones o tules, incluso en algunos casos pintarrajeando los rostros de verde o marrón.

En la última sala, sobresale el montaje de diversos collages en los que la influencia de artistas de las vanguardias históricas como Schwitters, Breton y el grupo dadaísta quedan patentes. Entre ellos cabe destacar la partitura Figuras que están escritas (2013), el libro de cuentas de una modista, ¡Qué bien estar solos a nuestras anchas! (2013), o el libro ¿Qué sería del mundo si fuesemos humanos? (2013), en el que el ensamblaje de las piezas de tetris nos muestra la severidad geométrica de la artista. Son de señalar los libros de escritura braille donde un colador y unas gafas de aviador aparecen en escena como si nada. En esta serie, es perceptible la impronta que ejercieron sobre ella las tablillas de escritura cuneiforme sobre arcilla que tanto le impactaron en el Louvre, ya que para Carmen Calvo la escritura es un elemento primordial en su arte.


El dibujo Pensar es destruir (2013) es un claro homenaje a su admirado Matisse y el titulado Está allá detrás (2013), representa a una idílica familia feliz, que es rondada por la muerte representada por las calaveras al fondo de la obra.

Para finalizar haré mención a las fotografías en blanco y negro coloreadas por la artista, que evocan con nostalgia su época parisina y a dos obras, no muy acertadas por su falta de coherencia en el discurso, en las que la artista experimenta sobre un nuevo soporte, el tapiz. La línea surrealista de lo onírico queda también representada en la obra que da título a la muestra, El festín de la araña (2013). En el interior de un fanal de cristal, una araña se desliza a través de una nube de algodón bajo la aprobación de una sensual mano femenina, quizás la mano de la artista que abre paso al espectáculo.

 

Marina López de Haro  Ochoa



[1] CLEMENTE, J.L. “Carmen Calvo y Miquel Navarro, tras un retablo” en cat. Expo. Siglo XXI: Arte en la Catedral de Burgos. Iconografías contemporáneas de Carmen Calvo y Miquel Navarro, Burgos, Fundación Caja de Burgos, 2005. Pag. 29.
[2] CALVO, C. en cat. Expo. Carmen Calvo, París, Galerie Thessa Herold, 1995. Pag. 52
[3] ROSE, B., “Carmen Calvo: de lo íntimo a lo monumental” en cat. expo. Carmen Calvo. Obras 1973-1990, Valencia, IVAM, 1990. Pag. 9.

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