Melissa M Ramos Borges
Surrealistas antes del Surrealismo - Fundación Juan March
Comenzar una muestra titula Surrealistas antes del Surrealismo con una pieza de Salvador Dalí, uno de los exponentes más reconocidos de este movimiento artístico, es en una palabra: surreal. Esta pequeña pieza, un óleo sobre cartón, Hombre con cabeza llena de nubes (1936), representa los cánones filosóficos, estéticos y teóricos del surrealismo. Va a ser un recurso que los comisarios utilizarán en las once subdivisiones de la exhibición: tomar como punto de partida una selección de piezas surrealistas y, armados con el catálogo de la historia de arte, identifican ese tema en obras realizadas en épocas anteriores.
Es una muestra ambiciosa y abarcadora, producto de una investigación historiográfica que asumieron los comisarios durante cuatro años. El título de la exhibición implica un recorrido exhaustivo de la historia del arte, no obstante, en el texto de pared -y al recorrer la exhibición- queda claro que se limita cronológicamente desde mediados del Siglo XV al 1945. La selección de aproximadamente 200 obras provienen de la colección Germnanisches Nationalmuseum (que explica la presencia muy marcada de artistas alemanes), la Fundación Juan March y algunas colecciones privadas.
Las obras sobre papel, grabados, collages y foto montajes aportan una lectura alternativa a esta muestra: la utilización de la máquina, el desarrollo de nuevas tecnologías y la producción de obras multi ejemplares. El texto de la exhibición toma una postura sobre la fotografía abierta al debate: “Si dejamos aparte la fotografía, la muestra se limita casi exclusivamente a ejemplos de las artes gráficas”. La fotografía, al igual que otros medios gráficos, parte de una matriz, el negativo, que se graba mediante la luz a un papel fotosensible. Los surrealistas la trabajan la fotografía como el grabado, con matices de tonalidad, composiciones complejas y crean espacios que cuestionan la realidad. El enfoque al grabado y sus múltiples manifestaciones permite una intimidad con cada pieza, de pequeño formato pero ricas en técnica, que obligaban al observador acercarse a cada pieza y dedicarle su debido tiempo de contemplación.
Esta exhibición presenta cambios sociales y culturales a través de la historia del arte. Las obras que utilizan para sentar precedentes surrealistas se descontextualizan de su intención inicial. Al observar con perspicacia, la mayoría de las imágenes exhibidas son son folios de libros inspiradas en historias bíblicas o contenido religioso. Al eliminarlas del contexto del libro, engranan perfectamente con la propuesta curatorial. El acercamiento teórico y filosófico es meramente un cambio de contexto: lo que una vez se utilizó para “educar” sobre creencias religiosas, la caricatura como recurso de protesta, las ruinas como metáforas del ayer y de lo que queda, el pecado y su subsecuente castigo pasan a ser, en los comienzos del Siglo XX, elementos que incorporan los surrealistas al gran puzzle del subconsciente.
La muestra está muy cuidada y muy enfocada, con grandes obras de los maestros del grabado europeo: Goya, Durero. Al igual que artistas y piezas destacadas del surrealismo, como Cabeza mecánica (el espíritu de nuestro tiempo) de Raoul Haussmann. La ausencia de Magritte y su postura más conceptual hacia el surrealismo es lamentable.
El segundo salón es pequeño, blanco con varias vitrinas y un montaje más dinámico. Exhiben una colección de carteles, tarjetas, promociones y catálogos de varias exhibiciones surrealistas en distintas ciudades del mundo, que demuestra el impacto que tuvo este movimiento uno de los más longevos del Siglo XX.
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