Surrealistas antes del surrealismo
La fantasía y lo fantástico en la estampa, el dibujo
y la fotografía.
Fundación
Juan March. Del 4 de octubre al 12 de enero 2014
“¡Padres!, contad vuestros sueños a vuestros hijos”
Esta exposición es el intento de reconstruir una
genealogía, de la búsqueda de raíces en el árbol del surrealismo. La
posibilidad retroactiva de contar la historia es viable si entendemos el
surrealismo como una actitud mental que hubiera existido a lo largo de los
siglos, y no sólo como un –ismo, ya que más que un movimiento artístico estamos
ante una forma de vida como bien recoge el manifiesto de André Breton de 1924.
Con la vista puesta en la exposición Fantastic
Art, Dada, Surrealism, que Alfred H. Barr organizó como director del MOMA
en 1936, la Fundación Juan March en colaboración con la Germanisches
Nationalmuseum de Núremberg bajo el comisariado de Yasmin Doosry, pretende
recrear ese intento de dotar al surrealismo de un pasado. La
muestra presenta alrededor de 200 obras, en su mayoría dibujos, grabados y fotografías,
expuestas en 11 secciones que dividen la exposición en temáticas compartidas
entre antiguos y modernos. El juego de los parecidos supone la búsqueda
documentalista de los sucesos y conceptos que conformaron el imaginario
surrealista: un mundo interior dominado por lo fantástico y los sueños, donde
el progreso técnico y la razón son puestos en duda en favor de lo incontrolable
y lo azaroso.
No se busca únicamente el origen,
sino que se trata de investigar los cambios, hacer patente lo que permanece
oculto pero activo a lo largo del tiempo. Por tanto, no es una tarea lineal
sino invertida la que se propone, ir desde hacia delante hacia atrás como si de
un viaje en el tiempo se tratara. Tarea más cercana a la del científico que a
la del historiador, ya que la genealogía es la disección crítica de un
fenómeno, como señalaría el Foucalt más nietzscheano. Este
desciframiento de las características singulares, no generales, pretenden
relacionar al movimiento con obras que van desde el medievo tardío hasta la modernidad.
Entre los padres del
surrealismo moderno se destaca aquí la obra de Matthias Zündt, Alberto Durero,
Piranesi, Brueghel el Viejo, Giambattista Tiepolo o Goya. Vamos del
ojo interior subjetivo representado en Dalí o en Odilon Redon, a los manuales
de ciencias naturales renacentista, pasando por la perspectiva geométrica y los
espacios imaginarios, hasta llegar a los sueños del inconsciente más profundo
puesto en marcha por el automatismo
psíquico.
Mediante la confrontación de obras el
espectador atiende al diálogo que se genera entre ellas, ¿de qué hablan Hannah
Höch y Durero? Es en este encuentro fortuito de elementos extraños (aquí sin
paraguas ni máquinas de coser), donde se producen las preguntas más sonoras. Es
ahora cuando escuchamos los sueños que los padres cuentan a sus hijos. “Parents!
Racontez vos rêves á vos enfants”, era la proclama de una octavilla
surrealista, que bien puede aplicarse a este encuentro donde el tema principal
es el mundo de lo onírico. ¿La tesis de la exposición está bien desarrollada? En
un ambiente azul oscuro de hamacas colgantes que rememora exposiciones ya
míticas surrealistas, se intenta cumplir el esfuerzo de búsqueda que el propio
movimiento realizó para legitimar su postura. El problema es que la muestra
responde mejor al subtítulo que al título. Lo que vuelve a confirmarse con esta
muestra es que el inconformismo surrealista está de moda, algo no casual, en un
Madrid que está viviendo el revival de
un movimiento crítico y político que proclama el triunfo de lo absurdo. Es
precisamente esa dimensión social la que se pierde y que resulta fundamental
para contar y entender cualquier historia. Tienen mucho que enseñarnos y es por
eso que todavía escuchamos sus sueños.
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