miércoles, 23 de octubre de 2013

Surrealistas antes del surrealismo



Surrealistas antes del surrealismo
La fantasía y lo fantástico en la estampa, el dibujo y la fotografía.
Fundación Juan March. Del 4 de octubre al 12 de enero 2014


“¡Padres!, contad vuestros sueños a vuestros hijos”

Esta exposición es el intento de reconstruir una genealogía, de la búsqueda de raíces en el árbol del surrealismo. La posibilidad retroactiva de contar la historia es viable si entendemos el surrealismo como una actitud mental que hubiera existido a lo largo de los siglos, y no sólo como un –ismo, ya que más que un movimiento artístico estamos ante una forma de vida como bien recoge el manifiesto de André Breton de 1924. Con la vista puesta en la exposición Fantastic Art, Dada, Surrealism, que Alfred H. Barr organizó como director del MOMA en 1936, la Fundación Juan March en colaboración con la Germanisches Nationalmuseum de Núremberg bajo el comisariado de Yasmin Doosry, pretende recrear ese intento de dotar al surrealismo de un pasado. La muestra presenta alrededor de 200 obras, en su mayoría dibujos, grabados y fotografías, expuestas en 11 secciones que dividen la exposición en temáticas compartidas entre antiguos y modernos. El juego de los parecidos supone la búsqueda documentalista de los sucesos y conceptos que conformaron el imaginario surrealista: un mundo interior dominado por lo fantástico y los sueños, donde el progreso técnico y la razón son puestos en duda en favor de lo incontrolable y lo azaroso.

No se busca únicamente el origen, sino que se trata de investigar los cambios, hacer patente lo que permanece oculto pero activo a lo largo del tiempo. Por tanto, no es una tarea lineal sino invertida la que se propone, ir desde hacia delante hacia atrás como si de un viaje en el tiempo se tratara. Tarea más cercana a la del científico que a la del historiador, ya que la genealogía es la disección crítica de un fenómeno, como señalaría el Foucalt más nietzscheano. Este desciframiento de las características singulares, no generales, pretenden relacionar al movimiento con obras que van desde el medievo tardío hasta la modernidad. Entre los padres del surrealismo moderno se destaca aquí la obra de Matthias Zündt, Alberto Durero, Piranesi, Brueghel el Viejo, Giambattista Tiepolo o Goya. Vamos del ojo interior subjetivo representado en Dalí o en Odilon Redon, a los manuales de ciencias naturales renacentista, pasando por la perspectiva geométrica y los espacios imaginarios, hasta llegar a los sueños del inconsciente más profundo puesto en marcha por el  automatismo psíquico.

Mediante la confrontación de obras el espectador atiende al diálogo que se genera entre ellas, ¿de qué hablan Hannah Höch y Durero? Es en este encuentro fortuito de elementos extraños (aquí sin paraguas ni máquinas de coser), donde se producen las preguntas más sonoras. Es ahora cuando escuchamos los sueños que los padres cuentan a sus hijos. “Parents! Racontez vos rêves á vos enfants”, era la proclama de una octavilla surrealista, que bien puede aplicarse a este encuentro donde el tema principal es el mundo de lo onírico. ¿La tesis de la exposición está bien desarrollada? En un ambiente azul oscuro de hamacas colgantes que rememora exposiciones ya míticas surrealistas, se intenta cumplir el esfuerzo de búsqueda que el propio movimiento realizó para legitimar su postura. El problema es que la muestra responde mejor al subtítulo que al título. Lo que vuelve a confirmarse con esta muestra es que el inconformismo surrealista está de moda, algo no casual, en un Madrid que está viviendo el revival de un movimiento crítico y político que proclama el triunfo de lo absurdo. Es precisamente esa dimensión social la que se pierde y que resulta fundamental para contar y entender cualquier historia. Tienen mucho que enseñarnos y es por eso que todavía escuchamos sus sueños.


Irene Martínez Marín


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