miércoles, 30 de octubre de 2013

Una revisión del desencanto



MÍNIMA RESISTENCIA: Entre el tardomodernismo y la globalización: prácticas artísticas en las décadas de los 80 y 90.
MNCARS 6 octubre, 2013 - 5 enero, 2014


En primer lugar, repasemos las últimas páginas del libro de historia y hagamos rotar el globo terráqueo para nuestra correcta situación espacio-temporal. Último capítulo. Entre finales de la década de 1970 y mediados de los años 90. Desde Estados Unidos y Europa nuestra mano se extiende hasta llegar a tocar todos los puntos del planeta. Es un viaje en el tiempo muy corto y de lugares comunes, pero curiosamente enfrentarse a Mínima resistencia es advertir nuestra mala memoria para lo más cercano. Estamos ante un arte que nos recuerda quiénes fuimos, nos señala dónde estamos y nos pregunta a dónde vamos. La línea laberíntica entre el pasado y el futuro que nos proponen el director del museo Manuel Borja-Villel, la jefa de Colecciones, Rosario Peiró y la historiadora del arte Beatriz Herráez, se dirige a crear una nueva línea de investigación, con cientos de obras de nueva adquisición y de los fondos del Reina, enfocada en el papel social del arte en España y su relación con el contexto internacional. A su vez, la exposición se encuentra enmarcada en el proyecto: Los usos del arte de la red de museos europeos l´internationale, basado en el intercambio horizontal entre agentes culturales. El arte como transformador social en una época convulsa, como fueron los años 80 y 90, un arte de resistencia, entendiendo resistencia en su significación más política, parece un buen punto de partida pero la estrategia es dudosa. Plantear cómo hacer un arte radical en un momento en el que la institución arte ha devenido hegemónica conduce necesariamente a preguntarnos: ¿cuánto se puede resistir desde dentro de la institución?

El descrédito y el derrumbe del socialismo, marcado por la caída del muro de Berlín en el 89 iniciaron una nueva etapa así como a un nuevo mapa geopolítico. Un imperio de dominio descentrado y desterritorializado donde el capital económico es el poder más fuerte, dirán Negri y Hardt. Reagan aparece en pantalla (Reagan Tape) y entre aplausos se da comienzo al conservadurismo político y al triunfo de la ideología neoliberal de las décadas siguientes que también siguió Margaret Thatcher en Inglaterra. Una época marcada por la desregularización del mercado, la flexibilización de los salarios y la privatización de sectores públicos. Allan Sekula bajo el concepto de escuelas-fábrica retrata cómo los estudiantes son moldeados por medio de la especialización técnica para atender las demandas del estilo de vida capitalista. El pensamiento crítico queda así fuera del sistema. Como bien nos recuerda el cineasta checo Harun Farocki con sus once televisores, los obreros todavía no han salido de las fábricas. Es este desencanto político el que se traduce en un malestar cultural, el Capitalismo conduce a la renuncia del proyecto emancipador de las vanguardias ante la mercantilización del arte. Todo lo ha convertido en un valor de cambio. Aun así hay quienes resisten y en un gesto subversivo siguen creando.

Una rata y un panda duermen tirados en el suelo ante la vista de todos, a los artistas no hay que tomarlos muy en serio, parece que nos quieren decir. Mínima resistencia es el título del vídeo de este dúo, Fischli & Weiss, donde se habla de la posibilidad de hacer carrera como artista como si de una serie policíaca se tratara. Lo absurdo y lo teatral como nueva forma de entender a la institución y al artista, porque nada funciona, hay para derramar lágrimas señalan en los últimos minutos del film. Pero no todos se alejan de la tradición y el metarrelato, elementos caducos para aquello que se acordó en llamar: postmodernidad. Obras de gran formato de Miguel Ángel Campano y Sigmar Polke hacen patentes la autorreferencialidad y la narratividad que se creían perdidas en Los géneros de la pintura. Es el agotamiento de ciertas prácticas conceptuales exitosas en décadas anteriores lo que resucita a la tradición con una vuelta a las bellas artes. Esta regresión no debe hacernos olvidar que ésta es la época de la imagen: la fotográfica, la televisiva intermitente de la Mtv o la retrofuturista de los videojuegos. Una estética influida por los mass media y recreada en obras como PM Magazine de Dara Birnbaum o Rock my religion de Dan Graham, ponen de manifiesto la unión entre tecnología y placer. El apropiacionismo se convierte en el nuevo credo artístico, buen ejemplo de ello es el círculo de artistas de la muestra Pictures (1977) que bajo la dirección de Douglas Crimp, buscan devolver la dimensión teatral a las imágenes. Se juega mediante la repetición y la superposición, se borra para volver a escribir como si de un palimpsesto se tratara. Cindy Sherman también se disfraza y actúa para nosotros en sus recreaciones cinematográficas.

El arte de los 80 y 90 más activista fue aquel que se situaba en lo real y que respondía frontalmente a problemas de gran calado social como el sida, la homofobia y la falta de visualización de colectivos y minorías étnicas. Se destacan las prácticas de Guerrilla girls y Erreakzioa en la lucha feminista y los colectivos Radical Gai y LSD en el reconocimiento de los derechos de los homosexuales. Prácticas muy relacionadas con las teorías performativas del cuerpo y los estudios de género a los que se dedica una sala con fotografías de Jo Spence y el film Freak Orlando de Ottinger. Dando un gran salto desde el cuerpo extraño y enfermo pasamos a un cuerpo distinto: el arquitectónico. Para finalizar, las últimas salas muestran una actitud crítica con el concepto de la institucionalización del arte desde la misma estructura física. Conceptos como arquitectura, conocimiento y poder se aúnan en obras como la de Isidoro Válcarcel Medina. 

La muestra se tiñe de una ideología que se aleja profundamente de las directrices comerciales del arte pero no olvidemos que la crítica también debe cuestionar a la propia institución, y para ello se requiere independencia y oposición externa, ya que paradójicamente desde el interior la resistencia es mínima. Dentro del museo al visitante se le pide silencio.

Irene Martínez Marín



 

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