MÍNIMA
RESISTENCIA: Entre el tardomodernismo y la
globalización: prácticas artísticas en las décadas de los 80 y 90.
MNCARS 6
octubre, 2013 - 5 enero, 2014
En primer lugar, repasemos
las últimas páginas del libro de historia y hagamos rotar el globo terráqueo
para nuestra correcta situación espacio-temporal. Último capítulo. Entre finales
de la década de 1970 y mediados de los años 90. Desde Estados Unidos y Europa nuestra
mano se extiende hasta llegar a tocar todos los puntos del planeta. Es un viaje
en el tiempo muy corto y de lugares comunes, pero curiosamente enfrentarse a Mínima resistencia es advertir nuestra
mala memoria para lo más cercano. Estamos ante un arte que nos recuerda quiénes
fuimos, nos señala dónde estamos y nos pregunta a dónde vamos. La línea
laberíntica entre el pasado y el futuro que nos proponen el director del museo Manuel
Borja-Villel, la jefa de Colecciones, Rosario Peiró y la historiadora del arte
Beatriz Herráez, se dirige a crear una
nueva línea de investigación, con cientos de obras de nueva adquisición y de
los fondos del Reina, enfocada en el papel social del arte en España y su
relación con el contexto internacional. A su vez, la exposición se encuentra enmarcada
en el proyecto: Los usos del arte de la
red de museos europeos l´internationale, basado en el intercambio
horizontal entre agentes culturales. El arte como transformador social en una
época convulsa, como fueron los años 80 y 90, un arte de resistencia,
entendiendo resistencia en su
significación más política, parece un buen punto de partida pero la estrategia
es dudosa. Plantear cómo hacer un arte radical en un momento en el que
la institución arte ha devenido hegemónica conduce necesariamente a preguntarnos:
¿cuánto se
puede resistir desde dentro de la institución?
El descrédito y el derrumbe del socialismo, marcado por la caída del muro
de Berlín en el 89 iniciaron una nueva etapa así como a un nuevo mapa
geopolítico. Un imperio de dominio descentrado
y desterritorializado donde el
capital económico es el poder más fuerte, dirán Negri y Hardt. Reagan aparece en pantalla (Reagan
Tape) y entre aplausos se da comienzo al conservadurismo político y al
triunfo de la ideología neoliberal de las décadas siguientes que también siguió
Margaret Thatcher en Inglaterra. Una época marcada por la desregularización del
mercado, la flexibilización
de los salarios y la privatización de sectores públicos. Allan Sekula bajo el
concepto de escuelas-fábrica retrata cómo los estudiantes son moldeados por
medio de la especialización técnica para atender las demandas del estilo de
vida capitalista. El pensamiento crítico queda así fuera del sistema. Como bien
nos recuerda el cineasta checo Harun Farocki con sus once televisores, los
obreros todavía no han salido de las fábricas. Es este desencanto político el
que se traduce en un malestar cultural, el Capitalismo conduce a la renuncia
del proyecto emancipador de las vanguardias ante la mercantilización del arte. Todo lo
ha convertido en un valor de cambio. Aun así hay quienes resisten y en un gesto
subversivo siguen creando.
Una rata y un panda duermen tirados
en el suelo ante la vista de todos, a los artistas no hay que tomarlos muy en
serio, parece que nos quieren decir. Mínima
resistencia es el título del vídeo de este dúo, Fischli & Weiss, donde
se habla de la posibilidad de hacer carrera como artista como si de una serie
policíaca se tratara. Lo absurdo y lo teatral como nueva forma de entender a la
institución y al artista, porque nada
funciona, hay para derramar lágrimas señalan en los últimos minutos del
film. Pero no todos se alejan de la tradición y el metarrelato, elementos
caducos para aquello que se acordó en llamar: postmodernidad. Obras de gran
formato de Miguel Ángel Campano y Sigmar Polke hacen patentes la
autorreferencialidad y la narratividad que se creían perdidas en Los
géneros de la pintura. Es el agotamiento de ciertas prácticas conceptuales
exitosas en décadas anteriores lo que resucita a la tradición con una vuelta a las
bellas artes. Esta regresión no debe hacernos olvidar que ésta es la época de
la imagen: la fotográfica, la televisiva intermitente de la Mtv o la
retrofuturista de los videojuegos. Una estética influida por los mass media y recreada en obras como PM Magazine de Dara Birnbaum o Rock my religion de Dan Graham, ponen de
manifiesto la unión entre tecnología y placer. El apropiacionismo se convierte
en el nuevo credo artístico, buen ejemplo de ello es el círculo de artistas de
la muestra Pictures (1977) que bajo
la dirección de Douglas Crimp, buscan devolver la dimensión teatral a las
imágenes. Se juega mediante la repetición y la superposición, se borra para
volver a escribir como si de un palimpsesto se tratara. Cindy Sherman también se
disfraza y actúa para nosotros en sus recreaciones cinematográficas.
El arte de los 80 y 90 más activista
fue aquel que se situaba en lo real y
que respondía frontalmente a problemas de gran calado social como el sida, la
homofobia y la falta de visualización de colectivos y minorías étnicas. Se
destacan las prácticas de Guerrilla girls
y Erreakzioa en la lucha feminista y los colectivos Radical Gai y LSD en el
reconocimiento de los derechos de los homosexuales. Prácticas muy relacionadas
con las teorías performativas del cuerpo y los estudios de género a los que se
dedica una sala con fotografías de Jo Spence y el film Freak Orlando de Ottinger. Dando un gran salto desde el cuerpo
extraño y enfermo pasamos a un cuerpo distinto: el arquitectónico. Para
finalizar, las últimas salas muestran una actitud crítica con el
concepto de la institucionalización del arte desde la misma estructura física.
Conceptos como arquitectura, conocimiento y poder se aúnan en obras como la de
Isidoro Válcarcel Medina.
La muestra se tiñe de
una ideología que se aleja profundamente de las directrices comerciales del
arte pero no olvidemos que la crítica también debe cuestionar a la propia
institución, y para ello se requiere independencia y oposición externa, ya que
paradójicamente desde el interior la resistencia es mínima. Dentro del museo al
visitante se le pide silencio.
Irene Martínez Marín
No hay comentarios:
Publicar un comentario