miércoles, 30 de octubre de 2013

Mínima resistencia.



Mínima resistencia.

Entre el tardomodernismo y la globalización: prácticas artísticas durante las décadas de los 80 y 90.

16 octubre, 2013 - 5 enero, 2014 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

Mínima resistencia nos traslada a los albores del tardomodernismo y la globalización. Las décadas que hilan el discurso narrativo de la exposición, los años 80 y 90, son de vital importancia en el panorama internacional ya que sientan las bases de la crisis del capitalismo que entonces se reveló y en la que todavía estamos sumergidos. Además, fue el momento en el que se demostró que las garantías de los derechos civiles y humanos y las elecciones libres, de las que presumía un mundo “desarrollado”, no existían en su totalidad, situación frente a la que muchos artistas vertieron sus trabajos y críticas. En este contexto, la caída del muro de Berlín en 1989 se sitúa como el epicentro, no sólo cronológico, sino también de significación política e ideológica de la que parte Mínima Resistencia. El derribo del muro berlinés supuso algo más que la reunificación territorial de Alemania, supuso simbólicamente el fin de la Guerra Fría. Con él se dió el impulso y entusiasmo inicial, aunque rápido agotamiento, del neoliberalismo financiero que acaparó gran parte del panorama mundial y, mientras situaba a los EEUU como clara potencia hegemónica, acentuaba más las diferencias entre hemisferios. Por su parte, España entraba con los 80 en un período de entusiasmo social, apertura internacional y pujanza económica dada por el fin de la dictadura, aún así, en la década siguiente volvería a caer en la crisis económica. Mínima Resistencia hace referencia pues a este convulso período, centrándose en la búsqueda de los artistas de espacios de oposición, intransigencia y rebeldía en los que desarrollar su práctica artística como actividad alternativa, política y activista frente al mundo globalizado, un trabajo deudor de la concepción benjaminiana “El autor como productor”.
            Mínima Resistencia se sitúa en el marco del proyecto “Los usos del arte” de la red de museos europeos L’International. Sus comisarios, Borja-Villel, Peiró y Herráez, partiendo de una lectura de los fondos del museo, definen la muestra como el análisis de “la serie de dualidades que polarizan el período abordado”. La exposición no pretende generar una minuciosa cronología del arte que se dió a lo largo de las dos décadas, sino poner de manifiesto los temas más relevantes que se trataron desde el mundo del arte a través del tránsito entre las obras seleccionadas. Dada la complejidad de la exposición se diseñan dieciseis secciones que funcionan, en cierto modo, como pequeños diálogos cerrados en si mismos, idea reforzada por la inclusión de cada una de las secciones en salas expositivas diferentes.
            El título escogido para la exposición ha sido extraído del film de 1980-1981 que realizaron los artistas suizos Fischli y Weiss. En la película se narra la historia de un oso y una rata, los alter ego de los artistas, y su deambular por la ciudad mientras reflexionan en torno al arte como sistema alternativo de conocimiento y la situación del artista en el panorama contemporáneo. Todo ello lo hacen a través de los conceptos de lo absurdo y el humor, un juego entre realidad y ficción para encontrar espacios de resistencia, aunque sólo sea de mínima resistencia. Así pues, la exposición es también un homenaje al trabajo de la pareja de artistas, quienes fueron ya protagonistas en la exposición de 2009 ¿Son los animales personas?
            Partiendo de esta búsqueda de espacios de oposición que teatralizan oso y rata se van sucediendo las diferentes secciones que presentan recorridos múltiples en los que uno llega, incluso, a perderse. Las obras que pueden encontrarse son totalmente variadas, así como los temas que abordan, con el objetivo ya mencionado de trazar un panorama general del arte último del siglo XX. En conjunto, podemos encontrar dos clases de piezas: unas que manifiestan la problemática local como algo global y extensible geográficamente, reclamando la toma de conciencia y exigiendo su visualización; y otras que se conforman como nuevas prácticas de investigación y creación artística postmoderna. De este modo, en Mínima Resistencia encontramos desde planos arquitectónicos en la serie Arquitecturas prematuras de Valcarcel Medina; piezas de vídeo insertas en monitores de época o en instalaciones que permiten el tránsito como la obra de Dara Birnbaum; el regreso a la gran pintura y la figuración con la obra de Georg Baselitz; los trabajos apropiacionistas de Cindy Sherman en la sección Picture; la expansión de la fotografía y su incursión en lo documental para retratar la situación de una época como en la serie School is a Factory de Allan Sekula; el manifiesto-poema transcrito en una obra de audio del artistas chileno Pedro Lemebel; la discriminación por cuestiones de género y la problematización de la categoría mujer de la que habla la performance de Sanja Ivekovic; hasta films documentales (Numax Presenta de Joaquín Jordà y Les Goddesses de Moyra Davey) que, pese a la idoneidad de su contenido en el contexto sociológico del que se habla, su extensa duración hace imposible su musealización para una comprensión completa de la obra, a no ser que se haya pretendido mostrar com una pincelada más de la producción artística de la década. Además, encontramos también un sinfín de documentos tratados como testimonio de lo vivido y lo sufrido, un acercamiento máximo entre arte y vida especialmente dado en las obras que hablan de la existencia del SIDA, una enfermedad presentada al mundo como una epidemia de enormes proporciones.  
El resultado de la exposición es la muestra de las conexiones entre el arte de las dos décadas y el pensamiento que generaron los movimientos sociales. La obra se convierte en un concepto unitario y autónomo que adquiere un carácter alegórico en el que su capacidad de poner en marcha un pensamiento crítico explica su razón de ser. Mínima Resistencia ha supuesto un ejercico de exégesis en el que la pluralidad y complejidad artística de las décadas propuestas implica el desafortunado olvido de otros artistas vitales del contexto analizado.

Marta Barceló.

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